marzo-2016, segunda quincena

Apuntes, d.j.a.

John Barth, Giles, el niño-cabra, editada por Sexto Piso.-

Las cinco mejores novelas norteamericanas publicadas después de 1960. Las primeras que se me ocurren son: 5. El arco iris de la gravedad (Thomas Pynchon), 4. A sangre fría (Truman Capote), 3. Herzog (Saul Bellow), 2. La broma infinita (David Foster Wallace) y 1. El plantador de tabaco (John Barth). Puede que después considere algo de Joyce Carol Oates o de Mario Puzo, de Norman Mailer o de Carson McCullers, de John Kennedy Toole o de William Gaddis, de James Baldwin o de Kurt Vonnegut, de Toni Morrison o de Josep Heller, o… Pero no, las dudas son si prefiero otra de Bellow o si incluyo la última que leo, que me llega en forma de novedad bibliográfica, Giles, el niño-cabra, de John Barth (1930), primera traducción al castellano debida a Mariano Peyrou y publicada por Sexto Piso.

[Un paréntesis con propuesta.-

Propongo a los lectores gozosos que manden correos diciendo cuáles son sus cinco novelas favoritas entre las norteamericanas publicadas después de 1960, ojo, posteriores a 1960].

Sigo con Giles, el niño-cabra.-

La novedad de El plantador de tabaco es que se escriba una gran novela del siglo XIX en 1960. Novela sabia, espléndida, una peregrinación, un libro de aventuras, una biografía. Giles, el niño-cabra, en cambio, es algo muy distinto, más complejo, aún así apasionante, siempre muy inteligente, en algunos momentos de una comicidad que no condesciende a la risa pero que contagia una sonrisa regada por todo el cuerpo, un gozo que deriva de su originalidad, de su imaginación, de su poder crítico.

JohnBarth Giles

Medido con los raseros de lo convencional, el argumento de Giles, el niño-cabra es irreal, ficción imposible de no ser dentro de un universo imaginado. En un prólogo escrito en 1983, el mismísimo Barth sintetiza así el argumento central de la novela: misterio, tragedia, comedia. El lugar donde se cruzaron estos tres caminos ante mí fue Giles, el niño-cabra: las aventuras de un joven engendrado por un ordenador gigante en una bibliotecaria desgraciada, pero dócil, y criado en los establos experimentales para cabras de una universidad universal, dividida ideológicamente en el Campus del Este y el Campus Occidental. Al joven se le encarga una serie de tareas cuando se matricula y tiene que aceptar tanto su capricidad como su humanidad (para no hablar de su maquinidad) y, en las entrañas mismas de la Universidad, trascender no sólo las categorías que representan ambos campus, sino también todas las demás; trascender incluso el lenguaje, y después regresar al campus a la luz del día, expulsar al falso Gran Maestro, que él entiende que es un aspecto de sí mismo, y hacer todo lo que esté en su mano para explicar lo inexplicable. Por momentos, ciertas convenciones de la novela parecen confusas, pero ese es un breve accidente de algo que irá aclarándose, hasta una lucidez inesperada, iluminante, a medida que avanza la historia.

Uno de los aspectos más destacados de Giles, el niño-cabra es la intención satírica, su registro irónico, esperpéntico, que le confiere humorismo a temas bastante duros. Hay una interpretación muy obvia de esta novela. El este y el oeste como categorías para dividir la humanidad nos dicen que esos nombres no son una metáfora sino hechos de los tiempos de la guerra fría, cuando esta novela fue escrita. En otro nivel, son metáfora de las eternas divisiones de los hombres entre fanáticos y liberales, entre apegados y desprendidos de la pasión del poder, entre los que cultivan el yo y los que intentan borrarlo, entre apolíneos y dionisíacos. A lo largo de la novela, con persistencia, los opuestos se llevan a la negación, y esta negación es repetida y replanteada hasta la paradoja de tres lados, hasta el paroxismo que revienta en desternillante hilaridad.

Las mil cien páginas no son propiamente para leer en la playa. No es una novela de verano. Pero dentro de su endemoniada y cómica brillantez, a Barth le alcanza su inmenso talento para crear suspenso. Los ires y venires del niño-cabra obligan al lector a avanzar y avanzar intrigado por el destino final de Giles. Una novela excepcional de uno de los grandes escritores del siglo XX.

El dedo de David Lynch, de Fedosy Santaella (Pre-Textos).-

Desde el título se nota que la novela tiene un suspenso policial que sólo se resolverá al final. Todo comienza cuando Arturo se encuentra en la playa un dedo humano. Y ese dedo señalará el curso de la historia que narra con humor, con especial habilidad para las enumeraciones, para los paisajes, sobre todo para dibujar personajes llenos de humanidad y, por eso, arquetípicos: el hombre del chiringuito playero, el barman que atiende todos los líquidos, todos los polvos, todos los humos. La putica, el borracho de playa, el vendedor de baratijas: este último es Arturo. Fedosy Santaella (Caracas, 1970) ya lo había demostrado antes: un excepcional talento para contar cosas, para manejar el ritmo de una historia, para involucrar al lector en lo que relata, para comprometerlo por la vía de la identificación: la playa que cuenta es la misma que puede haber en Cartagena o en El Callao, en Veracruz o en Acapulco, en Santo Domingo o cerca de Caracas. Sus habitantes y sus hábitos son los mismos y Santaella los oye y los pinta con precisión y delicia. Y, de encima, sabe ponerle suspenso de modo que el lector, gozoso, no puede abandonar el libro hasta no saber al cuerpo de quién estaba pegado el dedo de David Lynch. 

Sobrecub. EL DEDO DE DAVID LYNCH-Cuatri:camisa narrativa contem.

Diccionadario

No tiene nombre / nombrar / lo que no tiene nombre (Samuel Baena Carrillo).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Hamacaleón: antepasado del camaleón.
Bromedario: cuadrúpedo bromista.
Triburón: pez tres veces más grande que el tiburón.
Cacaballo: equino maloliente.
Canallo: equino de mala ley.

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Avisos y noticias

Premio Spiwak de novela inédita en español.-

Se trata de una iniciativa que nació en Cali. Sus jurados en la primera versión son Leonardo Padura, Rosa Beltrán, Sergio Ramírez, Noé Jitrik y Darío Jaramillo Agudelo. La bolsa para el ganador es de 50 mil dólares. Pueden participar escritores de toda la cuenca del Pacífico americano desde Canadá hasta Chile. Se reciben manuscritos hasta el 30 de marzo de 2016. La novela ganadora será publicada por Siglo XXI. Informes en http://premiospiwak.org/

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