Noviembre-2016

Apuntes, d.j.a.

Poesía completa (Pre-Textos) de César Simón.-

Cuando el poeta español César Simón (Valencia, 1932-1997) comenzó a publicar sus libros, ya estaba establecido el canon y se habían publicado las antologías de su generación. Quedó fuera del retrato que, si se hubiera tomado conforme a la valoración actual, destacaría, sobre todos, los nombres de Claudio Rodríguez y José Ángel Valente; y acaso mencionara aparte a los principales sobrevivientes, Francisco Brines y Caballero Bonald.
Simón no saldría en esa foto imaginaria por razón del retraso de sus primeras publicaciones, y también porque éstas aparecieran en editoriales periféricas casi desconocidas y con una muy limitada capacidad de distribución, escribe Vicente Gallego, el excelente poeta español que firma el texto preliminar, que recogió los poemas para esta edición y que, además, se reconoce como discípulo de Simón; un discípulo, por lo demás, agrego, sabiamente díscolo, pues el tono de ambas poesías, la del supuesto maestro y la del joven, es muy distinto en cada uno de ellos. El mismo Gallego, sin referirse al tema, aclara la naturaleza de la presencia de Simón en su vida y en su obra: yo no puedo mirar una tapia blanca hendida por el sol sin sumergirme en los dominios simonianos. Siento mío su deslumbramiento ante el tapiz mítico, el mar de sus poemas. Ausculto con él el silencio de las habitaciones solitarias. Salgo al campo con los brazos extendidos para empaparme de esa luz calcinada que recorta y eleva su escritura.

Es posible que para esa opacidad que ocultó por muchos años a César Simón haya contado su actitud personal: la escritura no era para él cosa de ninguna voluntad, y menos una ocasión de lucimiento. Desde su estricto punto de vista, el mínimo intento de lucirse por parte del escritor dará enseguida al traste con cualquier posibilidad de hallar el brillo natural de lo preciso, de lo necesario. Del mismo modo que el prurito de resultar elegante, o de lucir una personalidad, deviene en afectación inexcusablemente, como escribe Vicente Gallego.
Aún con estas involuntarias conspiraciones contra el cabal conocimiento de la obra de Simón, con los años su imagen ha ido creciendo hasta establecerse como un pilar de la generación del cincuenta, tanto por el valor intrínseco de sus poemas como por la influencia en voces como las del propio prologuista, Vicente Gallego, de Carlos Marzal y de Antonio Cabrera. Marzal lo recuerda así: la magia de la mente de César provenía de un fondo sólo suyo, de intimidad del hombre con el mundo, de una manera reconcentrada, aislada, de vivir. César fue un ensimismado. Ahora bien, un ensimismado gozador. Un epicúreo a su manera: con la sobriedad y la templanza del senequista que también alimentaba en su persona. Y Cabrera abunda: la luz de su poesía, honda, emocionante y mineral, como de cuarzo a la intemperie, permanecerá incrustada en la conciencia de los lectores futuros. Habrá una hora para el conocimiento mucho más amplio de este poeta hoy semioculto. La belleza de su decir y la profundidad de lo que dice lo ponen en conexión con lo perdurable. No formulo una profecía, expreso una convicción. La suya es una de las aportaciones más intensas al pensamiento poético y la emoción lírica de toda la segunda mitad del siglo XX español.
La lectura íntegra de la poesía de César Simón deja notar una religiosidad sin Dios, un profundo, constante y reiterativo culto al silencio, una permanente conciencia de la carnalidad, del paso del tiempo, de la belleza del mundo y una desconfianza profunda en los adjetivos. Transcribo varios poemas de César Simón.

LO QUE TÚ FABULABAS

¡Lo que tú fabulabas en su cuarto!
Nunca sabrá dónde ascendías
tras el amor con ella.
Cantabas, sin decir una palabra,
clamabas en silencio,
pulsabas instrumentos sin sentido,
junto a su cuerpo terrenal,
donde la muerte florecía.

CÉSAR SIMÓN

AHORA, EN LOS DÍAS

Ahora, en los días,
ya en los altos señuelos de luz,
es cuando la recuerdas,
ocasión pasajera de tu vida,
en el aire, la vida en torno a mí,
que en ti dejó tan honda huella.
Recuérdala y disponte
a quemarte en la llama que te afina.

CÉSAR SIMÓN

¿CÓMO OLVIDARLA ENTONCES?

¿Cómo olvidarla entonces?
¿La vida te la puso en el camino
para que escarmentaras?
¿Te tentó para eso,
para que comprendieras
que la verdad comienza en el despojo?,
¿para que te encontraras solo un día?,
¿para que la perdieras, maldijeras
odiaras, despertaras,
en la absoluta posesión
de nada?

CÉSAR SIMÓN

ALMA

Ha sabido después de tanto tiempo
que eras tú toda música posible,
todo afán, todo amor, toda angustiosa
convicción del espanto de este mundo.
En la noche cantabas,
cantabas en el día, sin que él se diera cuenta
que eras tú siempre quien cantaba,
quien no lo abandonaba,
quien lo seguía por los montes,
por las aceras de las calles,
por los quirófanos, por las clínicas.
Lo has buscado en los cuartos de la noche
más que en ninguna parte.
Y él, como tu hermano de la carne,
un desnudo animal que sólo tiene
su cuerpo sensitivo, te ha escuchado,
te ha respetado siempre, alma.

CÉSAR SIMÓN

A VECES, LA RECUERDO

A veces, la recuerdo,
y es tanto ese recuerdo,
que una emoción arcana me estremece.
Apenas sí se nota.
Esa emoción ya forma parte
de la melancolía,
de la sabiduría,
de nada, el cielo puro,
la tarde.
Dios mío, qué pujante es la belleza,
qué loco es el recuerdo,
en el silencio, de su voz;
en la soledad, de su cuerpo;
en el renunciamiento, de la dicha.
Dios mío, sé más puro,
más verdad y más grande que la dicha.

CÉSAR SIMÓN

 


Diccionadario

«He tratado de relatar un mundo que no existe para que existiese (Inger Christensen).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):
Porquillera: cadena de montañas para puercos.
Resfiado: ternero a crédito.
Cabril: mes de las cabras.
Picicleta: bicicleta para peces.
Perrota: derrota en forma de perra.

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