Mayo-2019, primera quincena

Apuntes, d.j.a.

Las promesas del equinoccio (Taurus)de Mircea Eliade.-

Mircea Eliade (Bucarest, 1907-Chicago, 1986) fue el inventor de ciertos temas de historia cultural. Como su Historia de las creencias y de las ideas religiosas, un relato donde compara creencias y ritos con una erudición y una agudeza que lo convierten en un clásico. Igual sus textos sobre chamanismo, sobre yoga y sus innovadores libros sobre la alquimia, donde rectifica la tendencia a considerar la alquimia como una especie de química primitiva y elemental. Así lo cuenta en Las promesas del equinoccio, me esforzaba por demostrar que la alquimia no debía ser considerada como una pre-química, que de ninguna manera se debía ver en ella una ciencia en sus inicios, sino que se trataba de una técnica tradicional que implicaba a la vez toda una cosmología y una soteriología [rama de la teología que estudia la salvación, Wikipedia dixit]. Considerándola bajo este ángulo, la alquimia ofrece un interés seguro, ya que su estudio aclara uno de los aspectos más oscuros de la historia del espíritu humano. Pero si no se ve en ella más que una pre-química, una ciencia rudimentaria que ha permanecido en estado infantil, su estudio pierde todo valor cultural y se convierte en una simple curiosidad histórica.

Pero me desvío tratando de mostrar, con el ejemplo de la alquimia, el poder rectificatorio, la relectura, de fenómenos culturales que emprendió Eliade a través de su obra. Las promesas del equinoccio reúne las memorias autobiográficas de sus primeros treinta años de vida. Allí el lector descubre el grado de dedicación de Eliade al estudio. Era un nerd absoluto. Un súper nerd que a los quince años de edad trataba de entrenarse para no dormir más que cuatro horas y, así, aprovechar toda la vigilia en estudiar filosofía, historia, idiomas, química y etcétera y etcétera, con la decisión inalterable de ir siempre a las fuentes primarias y desconfiando por principio de las versiones de terceros. Finalmente se dedicó a la historia cultural y después de terminar la carrera de filosofía en Bucarest viajó a la India donde aprendió sánscrito (sabía también inglés, francés, italiano, portugués, latín, hebreo y persa) y donde se inició en el yoga.

Casi un niño, Eliade era un devoto de Balzac, un entusiasta de Voltaire y llegó a venerar a Papini, a quien visitó, principalmente por Un hombre acabado, cuya lectura fue un verdadero impacto. Confiesa sus brotes de melancolía, sus problemas de la vista por leer a escondidas de su padre militar, su timidez con las chicas y su distancia con el mundo.

A pesar de sus profundísimos e innovadores conocimientos, sus primeras publicaciones fueron novelas. Dice al respecto que aunque no lo comprendí hasta más adelante, lo cierto es que mis éxitos literarios perjudicaron bastante mi producción científica, no tanto por el tiempo y los esfuerzos que la literatura me exigía, sino más bien porque, sin ser yo ni siquiera consciente de ello, estaba inhibido por la actitud negativa de muchos de mis profesores y colegas.

Alguien que, como Eliade, en un mundo racionalista y profundamente desconfiado de la sacralidad, se dedica precisamente a eso, termina por concluir que si lo fantástico, o lo sobrenatural, o lo suprahistórico, llegan a veces a manifestarse, esto no puede hacerse sino a través de una apariencia de banalidad. Y después insiste en que en apariencia lo sagrado no se distingue de lo profano, que lo fantástico adopta la máscara de lo natural y que el mundo siendo tal y como parece, es igualmente cifra y código.

La traducción de estas estupendas memorias se debe a Carmen Peraita.

En Ronda. Cartas y poemas (Pre-Textos), de Rainer María Rilke.- 

Rainer María Rilke (Praga, 1875- Montreux, 1926) es uno de los grandes poetas del siglo XX. Ya con anterioridad la misma Editorial Pre-Textos había publicado sus Diarios de juventud, que abarcan los diarios de Florencia, de Schmargendorf y de Worpswede que, jugando un poco con el título de otro de sus libros, son, realmente, las cartas que un joven poeta se dirige a sí mismo, luminosas, intuitivas, inteligentes, que recomiendo con fervor, sobre todo a los poetas. Allí es donde dice: dejad un solo día de ser modernos, entonces veréis cuánta eternidad tenéis en vuestro interior.

Posteriormente la misma Pre-Textos publicó unos materiales, En Ronda. Cartas y poemas, escritos a sus treinta y cinco años, que muestran las cartas y los poemas que escribió en su viaje a España y que preparó, anotó y prologó Anthony Stephens. Iba para Toledo pero el frío y el malestar me echaron. Sin embargo, señala que en esa ciudad indescriptible la tensión entre las cosas que la componen es equivalente a la que se da entre una aparición y aquél al que se le aparece, un mutuo no poder creer, un exhausto estar frente al otro. Luego pasó por Sevilla pero se encontró a sí mismo incómodo y llegó a odiar la catedral que me resultó en todo momento antipática, incluso radicalmente hostil, (&), hasta el mismo edificio, tan arrogante, parecía gobernado por cierto espíritu del exceso, como queriendo sobrepujar al mismo Dios y mirarlo desde lo alto. Por último llega a Ronda, donde vive dos meses, escribe cartas y compone espléndidos poemas: venía de Duino, en las orillas del Adriático, donde había escrito las dos primeras elegías de esa obra maestra que es las Elegías del Duino y en Ronda escribe la sexta, escribe la Trilogía española y varios otros poemas que se incluyen en versión bilingüe en este hermoso libro. En cierto momento dice que, en Ronda, había sido capaz de juntar interior y exterior en un mismo espacio ininterrumpido en el cual se guardaba secretamente el lugar de la conciencia más pura, más profunda.

Piedras de colores (Pre-Textos), de Adalbert Stifter.- 

El austriaco Adalbert Stifter (Bohemia, 1805-Linz, 1868) es uno de los más notables narradores en lengua alemana del siglo XIX. La misma Pre-Textos editó una excepcionalísima novela, Verano tardío, y ahora hace pública la primera traducción al castellano (debida a Carmen Gauger) del conjunto de narraciones que lleva por título Piedras de colores. Cuando Rilke estaba en Ronda escribió: casi todas las noches leo a Stifter: (&) me dejé llevar por el bello y anchuroso ritmo de su prosa (&). En toda la obra parecen contenerse los elementos de un arte quintaesencialmente austriaco; de hecho nadie ha sabido continuarlo. A veces se antoja tan casero que se diría que está cosido, pero luego ese mismo trabajo sereno y casi manual conduce a momentos de una excelente y maravillosa construcción; entonces, sin mover un dedo, uno cree que el corazón va a transformársele en algo colosal e inolvidable.

Rilke capta con precisión el tono y las intenciones de Stifter, quien en la nota introductoria de Piedras de colores escribe que lo que ocurre en la naturaleza exterior ocurre también en la interior, en la del género humano. Toda una vida llena de justicia, sencillez, superación de sí mismo, sensatez, eficiencia en la propia esfera, admiración de lo bello unido a una muerte serena y sosegada: todo esto lo considero grande; los poderosos movimientos del ánimo, la cólera que se descarga pavorosamente, el deseo de venganza, el espíritu fogoso ávido de actividad, que derriba, cambia, destruye y que en su exaltación a menudo acaba con la propia vida: eso no lo tengo por más grande sino por más pequeño, ya que esas cosas no son sino producto de fuerzas distintas y unilaterales, como las tempestades, los montes que escupen fuego, los terremotos.

Antes, en las mismas páginas, el propio Stifter escribe que considero grande el soplo del viento, el murmullo del agua, el crecimiento de los cereales, la ondulación del mar, el verdor de la tierra, el brillo del cielo, el resplandor de las estrellas. Y eso son estas historias, que se desarrollan la mayor parte en las montañas de Bohemia, historias que uno, como lector, sigue con emoción contenida, con refinado deleite. Una de ellas comienza así: voy a contar aquí una historia que nos contó una vez un amigo; no ocurre en ella nada inusitado, pero nunca he podido olvidarla. Yo tampoco. Altamente recomendable. Un verdadero clásico desconocido para lectores en castellano.

Diccionadario

La poesía es el umbral de la palabra por arriba. Como el insulto lo es por debajo. (José Mateos).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Peléfono: aparato para hablar con futbolista famoso.
Hormiguarro: cruce de cerdo con hormiga.
Mamoria: atavismo que se trasmite con la leche materna.
Bordenador: computadora capaz de bordar.
Tristal: material trasparente pero triste.

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