Octubre-2019, primera quincena

Apuntes, d.j.a.

Dos aguas (Angosta), de Esteban Duperly.- 

Un elogio que corresponde a una situación poco frecuente: Dos aguas no parece una primera novela. Lo primero, el aplomo de una voluntad de estilo que se manifiesta en descripciones riquísimas, en las que el lector tiene la sensación de que quien las elaboró conoce el lenguaje propio del entorno, los nombres de los árboles o de las plantas, de herramientas y procesos. A la vez que exuberantes, se trata de descripciones que vienen al caso, que son adecuadas al cuento. El autor se llama Esteban Duperly y nació en Medellín en 1979.

La historia ocurre en los treinta o cuarenta, cuando llegaban refugiados que huían de las persecuciones a los judíos en Austria, en Alemania. El escenario es la orilla del mar, en una costa de manglares interrumpida por un terreno donde hay palmas de coco y, al principio del relato, una pareja de negros que viven muy elementalmente y negocian con los cocos. Allí llegará a instalarse un grupo de austriacos, dos hermanos, sus mujeres, niños, una española. 

La novela cuenta lo que pasa entre ellos en medio de un entorno indomeñable. Se pone de presente la ineficacia de las dicotomías para reflejar lo que realmente sucede. En todos los planos. Ya no, por ejemplo, el blanco y negro que se dibuja entre civilización y barbarie. Más allá, como en espiral, aparece que los bárbaros poseen rasgos de civilización que no poseen los civilizados y que, entre civilizados, aparecen muestras de barbarie que ni siquiera pueden ser imaginadas por los bárbaros.

La perra (Literatura Random House), de Pilar Quintana.- 

El protagonista habitual de la novela no en vano surgió en el siglo XIX es el burgués, la clase media, la clase promedio en estos tiempos de algoritmos. Y entonces viene Pilar Quintana (Cali, 1972) y deroga ese uso, se va a la costa del Pacífico en Colombia y toma como personajes a seres elementales, que viven con lo mínimo, que aparte de una indudable sabiduría atávica saben lo mínimo. Con personajes como Damaris, toda retórica es vana, no la cubre, no la alcanza, más bien la opacaría: entonces la narradora encuentra allí la fuerza del cuento, la desnudez de cierto amor brutal, lo duro de cierta violencia que procede de la naturaleza, del mar mismo, y que está en el aire.

Precisamente por la admirable fuerza del lenguaje que la narra, esta historia tenía que ser breve. La perra es una excelente novela.

Tiempo de magos (Taurus), de Wolfram Eilenberger.- 

El título completo de este libro, según la carátula, es Tiempo de magos, la gran década de la filosofía 1919-1929 y se refiere a cuatro filósofos alemanes: Ludwig Wittgenstein, Walter Benjamin, Martin Heidegger y Ernst Cassirer y a su época. El autor, Wolfram Eilenberger (Friburgo, Alemania, 1972), es el jefe de redacción de una revista especializada en filosofía. Como quien dice, o casi, profesional de periodismo filosófico. Y no está mal, si las nomenclaturas pudieran no estar mal: aquí hay crónica de la época de posguerra alemana, hay perfiles que rondan con el concepto periodístico de su significado y que son, más rotundamente, historia; también aquí hay con claridad y mente amplia, explicaciones muy afortunadas de las teorías de estos filósofos, explicaciones dirigidas a especialistas.

Acaso esos tres planos la época, las vidas de los filósofos y sus teorías sean una buena manera de resumir este magnífico libro. El período de historia europea que abarca no fue fácil. Si era difícil, por ejemplo, y para establecer el contraste, entre una Inglaterra ganadora de la guerra pero desmontándose del imperio que había sido y con serios problemas económicos, ¿qué decir de la Alemania que había perdido la guerra? Para simplificar al máximo la situación, podría resumirla con un aumentativo: dificilísima. Surcados por una inflación exponencial de la moneda, de un lado, y por la escasez de lo básico. La primera lucha (con la excepción de Cassirer) de estos todavía muy jóvenes pensadores fue por la nada fácil estabilidad laboral. Con tantas necesidades del instinto, no había mucho lugar para filósofos. De los cuatro, acaso el que más padeció fue Benjamin hasta el punto de que, como dice Eilenberger, si hubo una constante en la vida de Benjamin, fue la facultad de tomar las peores decisiones en los peores momentos.

Ninguna de las elaboraciones teóricas de los filósofos aquí tratados es fácil de explicar: la primera virtud de Tiempo de magos es la claridad, más, la fluidez de sus explicaciones, que están al alcance de los no especialistas, aun de los que tienden a pensar que la mayor parte de los textos filosóficos son bosta. La otra virtud destacable es la humanización que logra de estos casi extraterrestres seres embebidos en su abstracción: valiéndose de anécdotas, algunas no carentes de humor, uno llega a ver más accesibles a estos filósofos. En fin, Eilenberger logró casi una novela, un entretenido tomo de historia de la filosofía.

Un silencio propio (Cuadernos del Vigía), de Francisco Ferrero.- 

Lo malo de los aforismos es que están de moda. Lo bueno de los aforismos es que, como hay tantos al estar de moda, aumenta la cantidad de buenos aforismos. Lo eterno para el lector de aforismos, es que, de moda o no, tiene que andar con un cedazo escogiendo los que haya buenos, pocos o muchos.

Están tan de moda, que ya hay colecciones exclusivas dedicadas al aforismo. Y premios. Un silencio propio forma parte de una colección de aforismos y ganó el VI Premio Internacional de Aforismos José Bergamín. Francisco Ferrero (1980), nativo de Melilla, tiene un talento especial para el género. Aquí va una muestra:
-El sistema que no quiere hacer de ti un instrumento quiere hacer de ti un desecho.
-Hay gente que precisa de un público para decirse la verdad a sí misma.
-Nuestros descubrimientos más puros suelen hacerse a espaldas de la moral.
-Aún no se ha escrito lo suficiente sobre aquello que hemos sentido millones de veces.
-A los extremos se van quienes no saben adónde ir.
-Dios es la soledad no reconocida.
-La edad enseña principalmente a ser concreto.
-Si te acercas mucho a tu enemigo, puedes llegar a odiar como él y, así, quizá termines odiando lo que él.
-La indiferencia es la elegancia del miedo.
-Son los egoístas los que forman las grandes masas.
-Tienes una sola vida para crear a Dios.
-Tu paz dura lo que dura tu discreción.
-La sonrisa es tenebrosa. Todos los monstruos se esconden tras ella.
-En mi voz está mi verdad, pero en ella no tengo certeza alguna.
-Las creencias son la comida rápida del cerebro.
-Cada vez sentimos más la soledad, la soledad de no estar solos.
-Uno lee para abrir las cerraduras de sí mismo.
-Las religiones que confían más en el apocalipsis que en la salvación, son las que más confianza nos piden.
-Es la grandilocuencia con la que revestimos nuestras diatribas lo que las echa por tierra.
-A veces no precisamos de ayuda, sino tan solo de testigos que den fe de cómo pedimos ayuda.
-Hay más productos de desecho en nuestra metafísica que en nuestra basura.
-Disfrutas del deseo, porque desear es un logro, el logro del corazón invadiendo la mente.
-Si eres suave, sobrevivirás a todo.
-El miedo envejece como odio.
-Lo primero que sospecha un extremista es que algo o alguien le está traicionando.
-Los ojos son el rostro del rostro.
-Siempre serás condenado por negarte a ser juez.
-Quien se cita a sí mismo se desautoriza.
-Entender la carne como el espíritu camuflado.
-Cuando ríes no tienes pasado.
-Los gobiernos se retratan ellos mismos en sus indigentes.
-En cuanto eres honesto, eres incómodo para cualquier credo.
-Creemos que con la libertad nos protegemos de todo.
-Nunca estamos tan cerca de alguien como cuando lo extrañamos.
-Las palabras se ponen muy serias cuando se juega con ellas.
-Las palabras no crean las cosas, pero las mantienen vivas.
-Los rumores son gases contaminantes.
-La vida se compone principalmente de dos cosas: de la caída y de la resistencia a la caída.
-Los monstruos son hombres disfrazados de dioses.
-Hay palabras que no pueden hallarse en un diccionario, sólo en el tumulto de la vida.
-En cualquier lugar siempre hay gente que piensa con el derecho a declarar la guerra a algo.
-La fama es el papel de regalo con el que se envuelve la servidumbre.
-Si hablas poco, dormirás bien.
-Los lamentos porque nadie te escucha no dejan escuchar a nadie.
-La fuerza no te aleja del débil, te aleja del ladino.
-Recordar con belleza el dolor hace bella su memoria, no el dolor.
-Sobre todo, urge repoblar el territorio interior.
-El dolor ha de ser la flor preferida de Dios, pues es la que más cultiva en el mundo.
-Hay quien sacrifica el sentido común para tener razón.
-Deja que nuestros ojos hablen, ellos saben lo que decirse.
-Por ser delicados, solemos provocar verdaderas catástrofes.
-Los líderes son los instrumentos que tienen los sistemas para hacer atractiva su ineficacia.
-El agua es el oro de los humildes.
-Las preguntas adecuadas te conducen a las dudas más impertinentes.
-Aquellos que son tanto cuando están y dejan tan poco cuando se marchan&

Diccionadario

Los nombres de las cosas no están quietos. Podemos hacerlos bailar. (Mariano Peyrou).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Masilea: ciudad suiza donde se lee mucho.
Tortugal: el país de las tortugas.
Liondres: ciudad de problemas.
Márbol: planta marina con raíz, tronco, hojas, flores y frutos.

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Gracias, Darío. Sigo disfrutando de tus hermosas notas. Esta es genial». Alfredo Vanín.

«Apreciado Darío: siempre es un placer leerlo. Hoy ha sido sublime. Gracias». Sonia Cárdenas.

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