Marzo-2020, primera quincena

Apuntes, d.j.a.

Más que muertos (Lom), de Anthony Cronin.- 

Si yo hubiera leído antes los libros de los tres autores irlandeses que se desempeñan como protagonistas de este libro/crónica de Anthony Cronin (Irlanda, 1923-2016), de seguro tendría un vínculo afectivo, una admiración, de cierto modo un culto que me impidiera los desoladores sentimientos que me provoca la lectura de sus historias.

Vidas rotas, primero por el momento histórico que les toca, la Segunda Guerra Mundial, que los toma, ¡los arrasa!, entre sus veinte y sus cuarenta años: sus mejores obras son de un momento en que el mundo está en otra cosa, nada menos que en la guerra misma. 

Y, además de esa fatalidad histórica que afecta a todos, cada uno de ellos vivió su propia tragedia, su propio naufragio en el que el alcohol era punto central. En los tres, Brendan Behan (1923-1964), Patrick Kavanagh (1904-1967) y Flann OBrien (1911-1966), un alcoholismo desenfrenado, patético, cursi y autodestructivo. Con la excepción de OBrien, de quien tenía nociones lejanas, los otros dos eran ene-enes para mí, y lo repito porque, desconociendo sus obras (que de algún modo los redimirían en una absurda matemática de los juicios de valor), lo que quedan son vidas perdidas, vidas sufridas y una consistente y terca e inmodificable capacidad para no ser felices. Para no tener sosiego.

Tal vez, con el que más trató Cronin fue con Brendan Beahn. Muy jóvenes son compañeros de viaje por Europa. Donde dice viaje léase larga e interminable borrachera. Y así lo ve: fuera como fuera, y detrás de todas las fanfarronadas y bromas, lo cierto para mí es esto: cuando lo conocí Brendan tenía una conciencia mucho más compleja de sí mismo, de sus timideces, fracasos y complicaciones que las que él elegía presentar incluso entonces y con ulterioridad, aún más al mundo exterior. Sabía que era complicado y elegía arreglárselas con las complicaciones de la mejor manera posible: confesión irónica, autodenigración, sorpresa burlona, combinadas, claro, con una ferocidad satírica sobre las pretensiones del resto de la gente. Desafortunadamente, muy poco de eso aparece más tarde en cualesquiera de sus obras o de sus supuestas obras. 

Cuando estaban de jóvenes aprendices de borracho permanente, en París, me hizo una pregunta: ingenua pero esclarecedora. Si se me diera la opción entre ser un gran escritor, pobre y no reconocido, o ser alguien elogiado y festejado, pero que supiera internamente que era un fracaso, e incluso un fraude, ¿qué elegiría? (&) Dije que pensaba que sería mejor ser del primer tipo. Al cabo de una larga pausa, dijo en voz baja que no estaba tan seguro. 

Muchas páginas más adelante, Cronin informa sobre Brendan que cuando finalmente el éxito lo alcanzó, una de las tragedias de su vida fue saber que quienes ahora lo trataban no lo conocían en absoluto. Repetía cada vez más sus viejas rutinas, y estaba cada vez más cansado, desesperado y confundido, por lo que necesitaba cantidades cada vez más grandes de alcohol para poder llevarlas a cabo (&). Brendan ya había pasado los treinta para cuando todo el mundo le empezó a prestar realmente atención como algo más que un payaso, e incluso entonces lo que los públicos más amplios querían era al payaso (&). Al final, cuando se hizo famoso, tenía que demostrárselo a sí mismo cada día, y los demás tenían que repetirle continuamente lo mismo. Está claro que la gente de la cual quería escuchar eso nunca se lo dijo. Las posibilidades de la fama como instrumento de poder sobre los otros se limitan a aquéllos que admiten su importancia, lo que raramente sucede en el caso de los artistas serios.

El segundo de los escritores es Patrick Kavanagh. En nota de pie de página cuenta el traductor que se trata de uno de los más populares e influyentes poetas irlandeses de la primera mitad del siglo XX, al punto de tener su propia estatua, sentado en un banco, a orillas del Grand Canal en Dublín. Para Cronin, Kavanagh era un hombre de genio (&) [que] tenía una historia literaria no ortodoxa, problemática y más bien desgraciada. Nacido en una granja en Monaghan, había empezado a escribir poesía a fines de la década del veinte y principios de los treinta. Descubierto por A. E., por ese entonces director del New Statesman, había sido llevado a Dublín como un genio primitivo de la Irlanda campesina. De algún modo era la respuesta a las plegarias de los últimos partidarios del renacimiento literario irlandés que, en esa época, controlaban la escena intelectual. En verdad sus primeros poemas son más bien georgianos y algunos de ellos tratan temas bucólicos de manera literaria, el tipo de textos que uno podría esperar de un campesino altamente sensible y que a pesar de su genio floreciente, ha contado con unos modelos de escritura bastante limitados. Pero a sus simpatizantes les venía bien y Kavanagh vivía algo así como una prolongada luna de miel con el Dublín literario. Kavanagh se sentaba en el Palace Bar (&). Ahí por fin estaba el Dublín literario; de hecho, del mundo de las letras local, y a él le parecía que, en esos momentos, formaba parte de ese mundo. En cuanto a los que los rodeaban él era justo lo que deseaban: era enorme, grosero y, en gran medida, iletrado.

A Kavanagh, el whiskey lo fue dominando bajo su látigo. En unos pocos años, su horario de irse a la cama bajó a no más allá de las ocho o nueve en punto y, antes de su muerte, la ebriedad, bajo una u otra forma, se había convertido en su estado habitual. Lo que tengo que decir sobre Kavanagh ocupa unos dieciséis años. Durante estos, la bebida, que al principio era apenas uno de los tantos elementos de su vida, fue convirtiéndose poco menos que en su único y último objeto (&). También por desgracia, poco a poco empezó a ingerir todas las noches gran cantidad de barbitúricos por lo que estaba sujeto a toda la gama de delirios y trastornos que pueden llegar a producir la combinación del alcohol y las drogas. 

El tercer protagonista de Más que muertos vivió al menos tres vidas, según Cronin, cada una con su propio nombre. Nació llamándose Brian ONolan y con ese nombre hizo una carrera brillante en la universidad, donde fue chico prodigio; con ese mismo nombre fue empleado público casi toda su vida. Durante la Segunda Guerra publicó su primera novela, En nadar dos pájaros, un libro de asombroso virtuosismo que trabaja sobre la forma novela de un modo totalmente nihilista, conservando al mismo tiempo en los diálogos y en la descripción, elementos de realismo mucho más allá de los límites de la mayoría de novelistas, dice Cronin. Sus novelas están firmadas por Flann OBrien, y esto es lo bueno merecieron el entusiasmo de Joyce, de Beckett, de Graham Greene y fueron olvidadas antes de empezar a ser recordadas. Siguieron el mismo destino que Moby Dick, que fue descubierto más de veinte años después de publicado y su reconocimiento ha ido creciendo poco a poco. En castellano, los libros de Flann OBrien fueron publicados por Nórdica. La tercera vida del funcionario nacido ONolan y del novelista llamado OBrien, es el columnista de prensa Miles na gCopaleen: acababa de cumplir treinta cuando, con ese nombre, comenzó a publicar una columna diaria en The Irish Times. De todas las cosas notables de esa columna, la más increíble era tal vez el nivel de la prosa afilada e incisiva que su autor fue capaz de mantener, lo infla Cronin para luego desinflarlo así: su humor se convirtió en moneda corriente de sus conciudadanos; el tono de su columna, en su manera de reaccionar ante una personalidad, ante buena parte de los asuntos públicos e, incluso, en cierta forma ante la literatura. Y por una curiosa e inevitable inversión, él pasó a ser su creación. Continuó haciendo de una manera mecánica su columna (&). Miles suplantó a Flann OBrien e, incluso en cuestiones importantes, a Brian ONolan. En otras palabras, dejó de esforzarse, se automatizó, se descuidó; y, despiadado, Cronin comenta: aquéllos que se acostumbran a hacer las cosas con descuido tarde o temprano se vuelven incapaces de hacer ninguna otra cosa, en ningún medio.

Al igual que Behan y que Kavanagh, también OBrien era un borrachín incurable: como muchos alcohólicos inveterados, se iba a dormir temprano y por la somnolencia, los pensamientos mañaneros y el tembleque general, se levantaba al alba. No era ajeno a los pubs de los mercados, que abren a las siete en punto y donde hay una cierta camaradería entre el amplio surtido de personajes que, en la madrugada, son expulsados de sus camas por sus malestares mentales y físicos. Cuenta Cronin que OBrien ignoraba las horas de cierre de los bares: a él lo que le importaba era la hora de apertura. Creo que era un verdadero alcohólico, mucho más que Behan o Kavanagh, concluye Cronin. Y aclara que no era un desarrapado, ni un patán; era un modelo muy distinto de borracho; acaso modelado por la apariencia que debe guardar un empleado público que lo era o un periodista biempensante y exitoso, era todo lo contrario de un bohemio, un hombrecito silencioso al que le gustaba el buen servicio en los pubs de antes, que estaba respetablemente casado y que tenía su propia casa en los suburbios. (&) Todas las violaciones de las convenciones o perturbaciones del orden eran susceptibles de molestarlo.

Dije arriba que desconozco la obra de estos autores. Y que ignoro el contexto social y político de la literatura irlandesa de la primera mitad del siglo XX. La ventaja que tiene esta edición es que el traductor, Jorge Fondebrider, se ocupó de anotar muy detallada y sensatamente el texto, de modo que el lector ignorante, como yo, nunca está perdido. 

[Esta nota apareció originalmente en El País de Montevideo].

 

Diccionadario

Ninguna cosa inventó nunca su propio nombre; las palabras son embustes de los hombres».

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Marchivo: extraño animal muy parecido al chivo, pero que habita en los mares.
Retractarse: tomarse una foctografía.
Tacterias: bacterias que se pueden tocar.

aquetaciÛn 1


Avisos y noticias

Números anteriores de Gozar Leyendo.- 

Consulte todas las entregas de Gozar Leyendo aquí.

Suscripciones.-

Si desea recibir Gozar Leyendo en su correo, solicítelo gratis a la siguiente dirección: gozarleyendo@lunalibros.com

La misma dirección para sus comentarios. Reenvíelo a sus amigos o, si lo prefiere, suscríbalos: basta que nos envíe su dirección.

Para asegurar que reciba nuestros mensajes, incluya gozarleyendo@lunalibros.com y lectorlunatico@lunalibros.com en sus contactos.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *