Mayo-2020, segunda quincena

Apuntes, d.j.a.

Pasando fatigas (Interfolio), de Mark Twain.- 

Cuando Mark Twain tenía 26 años, su hermano mayor fue nombrado secretario del gobernador de Nevada, estado que acababa de crearse, segregado de Utah. Orion, que así se llamaba, nombró como su secretario privado al propio Mark, al parecer, para darle el placer del viaje y para que lo ayudara a instalar: mi proyecto era estar en Nevada únicamente tres meses, ver allí todo lo fuera de lo corriente y regresar a mi casa y a mi trabajo [de cajista de tipografía]. No tenía la menor idea de que aquellos tres meses de solaz se convertirían en seis o siete años interminables. 

Pasando fatigas es la crónica de aquellos años, empezando por el viaje mismo, antes del ferrocarril, en una diligencia que recorre tres mil doscientos kilómetros, cambiando de caballos cada treinta. Su contacto con los indios, con los mormones, su participación en la fiebre que se desató en Nevada por las minas de plata.

Este libro delicioso no sólo abarca esos tiempos y esas aventuras, sino que da lugar a que, en cierto momento, resuma su historia laboral hasta ese momento: desde la edad de trece años estaba por el mundo intentando encontrar un medio de ganarme la vida (&). Un solo día fui dependiente de una tienda de ultramarinos; pero, debido a la gran cantidad de azúcar que consumí en tan corto tiempo, el propietario creyó aconsejable relevarme de mis funciones; prefería que yo estuviese en la calle como parroquiano. En otra ocasión estudié derecho por espacio de una semana entera, pero deserté porque lo encontraba tedioso e insoportable. Me consagré luego al estudio de la ciencia de la herrería, mas perdí tanto tiempo arreglando el fuelle para que soplara solo, que el patrón me profetizó un final bochornoso. Pasé un tiempo empleado en una librería, aunque los clientes me molestaban y no podía leer tranquilo, en vista de lo cual el dueño me dio vacaciones y se olvidó de fijar el término de las mismas. Serví medio verano en una farmacia, pero mis recetas fueron muy desdichadas; parece que vendimos más purgante que agua mineral y hube de retirarme (&) Fui un mediocre piloto de Saint Louis a Nueva Orleans y mis cualidades en ese oficio no me abrumaban (&). Y en los meses pasados había sido secretario particular, buscador de plata, obrero en un lavadero de mineral. Y en todos estos empleos demostré ser un cero a la izquierda. Y, ahora& ¿qué podía hacer?. (Tal vez, donde no me oiga, fue por ser un inútil que se convirtió en escritor. ¡Y qué escritor!). 

Pues sí, el trabajo que siguió fue el de reportero en un periódico. Era un aprendiz al que el dueño le dio la primera lección de periodista: no diga nunca nos enteramos de tal o cual cosa, o nos aseguran, o corre el rumor de que, o suponemos que. Vaya a la fuente de la noticia, agarre el hecho por el pelo y después escriba y diga: esto ocurrió así. De lo contrario, nadie tendrá confianza en sus noticias. 

Los escritos irreverentes (Impedimenta), de Mark Twain.- 

Cuenta Gabriela Bustelo, prologuista y traductora de este libro, que en 1909 el mismísimo Mark Twain le escribió a un amigo sobre el material que trabajaba entonces: este libro no saldrá jamás. Es imposible porque se consideraría una ignominia. En 1939 un experto en la obra de Twain, Bernard De Voto, hizo la edición de esos escritos, lo que Twain había pergeñado sobre la Biblia, pero la hija se negó a autorizarlo. De Voto tuvo que esperar hasta 1962 para publicarlos. La compilación incluye las cartas que escribe el demonio desde la Tierra; los apuntes de la familia de Adán, que incluyen el diario de Matusalén, la autobiografía de Eva y el diario de Sem; cierra el volumen una carta desde el cielo.


Desde la primera carta, el diablo se burla de los hombres: el humano se considera el animal preferido del Creador. Está convencido de que el Creador no sólo está orgulloso de él, sino que le quiere, que tiene pasión por él y que se pasa las noches en vela, rendido de admiración, sí, vigilándolo y manteniéndolo fuera de peligro. Más adelante, el mismo diablo admite que Dios estaba orgulloso del ser humano, que era su mejor invención y su animal preferido después de la mosca. 

El libro que jamás se publicaría acabó conocido, con las versiones más desopilantes de las historias bíblicas y con la más desenfadada ironía.

Juana de Arco (Arcaduz), de Mark Twain.- 

Publicada en 1896, Twain siempre pensó, y lo dijo en voz alta, que era la obra suya de la que se sentía más orgulloso. Ya antes había retrocedido en el tiempo, literalmente en ese caso, con Un yanki en la corte del rey Arturo

Juana de Arco es un biografía, o tal vez es otra cosa, y la palabra inicialmente parece ajena al universo de Twain, tal vez es una hagiografía. Y es impresionante que la perfección que este libro le atribuye a la heroína no caiga nunca en las memeces y soserías que implica que la protagonista esté mucho más allá de cualquier error de fondo o de forma. ¿Cómo logra Twain ser entretenido cuando hay un personaje sin ningún defecto? Puede ser, así lo creo mientras escribo, que el secreto está en la voz que hace el relato. 

Repitiendo el viejo cuento del manuscrito encontrado en algún baúl, Twain echa mano de Luis de Conte, un amigo de la infancia de Juana, un amigo que le tenía el más puro de los cariños, el de la amistad. Conte escribe sus recuerdos cuando tiene 82 años. Dos años mayor que Juana, crecen juntos en un pequeño pueblo y él es testigo de cuando Juana que tiene 16 años cuenta que se le apareció el arcángel san Miguel con un mensaje de Dios. Después, oye las voces de santa Catalina y santa Margarita. Dice Juana: Mis Voces no me han mentido jamás. Y tampoco mienten hoy. Me dicen que he de acudir ante Roberto de Baudricourt, el gobernador de Vaucouleurs, que me proporcionará soldados que me darán escolta hasta llegar a la presencia del Rey. Así, dentro de un año a contar de hoy mismo, asestaremos un golpe que marcará el principio del fin, que no tardará en producirse, después, con gran rapidez. 

Estamos en tiempos de la guerra de los cien años. Francia está en manos de los ingleses. La misión que el arcángel le encomienda a esta campesina que no sabe ni leer ni escribir es tomar la ciudad de Orleans y coronar al rey en Reims. Es inverosímil. Un testigo lo ve así: una niña de 17 años& una chiquilla educada en el campo, sin cultura& ignorante en las cosas de la guerra, ajena al uso de las armas, que no sabe dirigir batallas, humilde, amable, tímida&. Y que, pese a todo, arroja su cayado de pastora, se reviste de armadura, lucha sin cesar atravesando ciento cincuenta leguas de territorio enemigo, sin perder nunca el ánimo y la esperanza, sin demostrar miedo en ningún momento& pues esa chica para la que un rey debe ser algo terrible y tremendo se pone de pie ante el nuestro y le dice: ¡no temáis, Dios me ha enviado para salvaros!. Pero ¿de dónde puede venir semejante valor y una fe tan sublime, como ésta, sino del mismo Dios?.

A pesar de que no faltan los cortesanos que piensan que Juana no es enviada de Dios sino del demonio, el rey acaba invistiéndola con el cargo de general en jefe de los ejércitos de Francia y rápidamente cumple la misión que culmina con la coronación del rey en una campaña casi milagrosa, o milagrosa sin el casi.

Lo que sigue es la traición y el martirio. La inquisición se cebó en ella. Se la tildaba de bruja, falsa profetisa, invocadora de malos espíritus, de practicar la magia, de ignorar la fe cristiana, de hereje, sacrílega, adoradora de ídolos, blasfema de Dios y de sus santos, rebelde y perturbadora de la paz. También la llamaban sanguinaria e incitadora de guerras, amiga de derramar sangre humana, contraria a la natural modestia debida a su sexo, asumiendo de modo irreverente el traje masculino, usurpadora del culto debido a Dios, ordenando cultos de adoración a su persona y ofreciendo manos y vestiduras para que las gentes las besaran.

Inclusive, en la mismísima Universidad de París calificaron de malignas las Voces de Juana. Y, además, ya identificaron los seres demoníacos propietarios de las Voces: Belial, Satanás y Behemoth (&). Consideraban que los ángeles vistos por Juana eran diablos disfrazados y que ella estaba engañada. Y la quemaron.

[Este número fue publicado originalmente en El País de Montevideo].

 

Diccionadario

¿Qué significa ser escritor? Quizá signifique tener la posibilidad de combatir contra la dictadura del significado. (Mariano Peyrou).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Dolombia: país que duele.
Tontromiso: compromiso bobo.
Documiento: papel donde no dije la verdad.

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Avisos y noticias

Aviso.- 

«A lo mejor es por culpa de los aislamientos a que nos obliga la pandemia, el caso es que en estas semanas he recibido innumerables correos que me dicen que fulano o zutana quieren ser mis amigos por Facebook. Nuevamente me permito aclarar que mi único medio de comunicación por internet es el correo electrónico. No tengo ninguna actividad en ninguna otra red y soy completamente ajeno a facebook, twitter, instagram, guasáp y etcétera y etcétera». Darío Jaramillo Agudelo

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