Junio-2020, segunda quincena

Apuntes, d.j.a.

Damas oscuras (Impedimenta).- 

El título completo de este libro, incluyendo el subtítulo, dice: Damas oscuras, cuentos de fantasmas de escritoras victorianas eminentes.

En el estudio preliminar de una novela de Thackeray se cuenta que durante el reinado de Victoria de Inglaterra, que va desde 1837 hasta 1901, se escribieron en esa isla más de quince mil novelas. Algo así como, redondeando, 20 novedades cada mes durante 64 años seguidos: la creciente clase media, los habitantes de la campiña, todos los alfabetizados, eran consumidores de libros. Se entretenían leyendo.

damas oscuras

Por supuesto, esto creó un gran mercado, una economía con muchos consumidores de libros y revistas de narrativa, con varias editoriales y con un extenso elenco de escritores que se veían en el espejo de Chaucer, de Fielding, de Swift, de Defoe, todos ellos padres fundadores de una narrativa en la que se destacaron Walter Scott, R. L. Stevenson, Thackeray, Wilkie Collins, las hermanas Brontë, Jane Austen y, más tarde, Wilde, James, Conrad. Si cruzáramos el Atlántico, bastaría decir Twain, Poe y Melville, sin cambiar el idioma.

Acabo de citar dieciocho autores de primer nivel, pero cambio de párrafo para mencionar al Dios de este parnaso, Charles Dickens. Y para señalar que, ya con diecinueve nombres, hay detrás un grupo grande de novelistas que alimentaban el mercado con una muy digna producción.

Se sabe que las mujeres integraban, par a par con los hombres, la masa lectora. De memoria escribo nombres de esta primera fila del coro: Hawthorne, Mary Shelley, Conan Doyle.

Y hay más, para seguir, un tercer conjunto de autoras olvidadas, inexplicablemente olvidadas, que comienza a resucitar para gozo de los lectores de hoy. La mayor parte de las narradoras incluidas en esta antología pertenecen a ese grupo de las hoy ignoradas que, sin embargo, en su tiempo eran, cual más cual menos, editadas y conocidas. Varias de ellas, incluso, vivían de lo que ganaban como escritoras. Lo que hicieron los editores de Impedimenta (¿Enrique Redel sospecho en persona?) fue reunir una colección de excelentes narraciones de fantasmas escritas por mujeres preponderantemente de la época victoriana. 

Mujeres innovadoras: algunas de ellas, involucradas en el movimiento en pro del voto de las mujeres, o abiertas denunciantes del maltrato dentro del matrimonio, algunas periodistas, otras exploradoras y científicas, todas escritoras de ley, como se ve en esta antología que abre una estrella, pues el primer cuento es de Emily Brontë.

El nivel general es muy alto, de modo que el lector disfruta de un salpicón de varias autoras, a cuál mejor. Uno de mis descubrimientos es Lanoe Falconer (1848-1908), de quien se incluye una breve novela titulada Cecilia de Nöel. De Lanoe Falconer van estas citas:

-Debemos deshacernos tan rápido como sea posible de las virtudes teologales. La caridad, por ejemplo, es una cualidad dañina: demasiado indulgente con la debilidad, que no debe ser permitida ni alentada, sino combatida. La esperanza, que conduce a todo tipo de expectativas absurdas que ni se cumplen ni pueden cumplirse, resulta también perniciosa. Y en cuanto a la fe, es, simplemente, un vicio. Lejos de admitir algo por simple doctrina, debéis negaros a aceptar cualquier afirmación hasta que quede demostrada de forma tan evidente que no se pueda evitar creer en ella, nos guste o no.

-Nunca he comprendido el clamor de los ortodoxos que tanto protestan por los milagros que no se les reconocen. Eso no hace que su situación sea mejor ni peor. Los milagros nunca constituyen una prueba de su credo. ¿Cómo voy a reconocer a un emisario divino? ¿Porque hace que los muebles leviten por la habitación, convierte el carbón en oro, se proyecta a sí mismo o proyecta su imagen a mil millas de distancia? ¡Bueno, un emisario del demonio podría hacer lo mismo! Lo único que eso demuestra (suponiendo, por supuesto, que realmente haga esas cosas en lugar de aparentar que las hace) es que conoce mejor las leyes de la naturaleza que yo.

-El matrimonio puede acabar haciendo daño, pero sólo al individuo, mientras que es útil para la especie. 

-No hay nada en el mundo tan contagioso como el hecho de ver un fantasma.

El sendero en el bosque (Impedimenta), de Adalbert Stifter.- 

Ya en Gozar Leyendo (ver aquí, # 102) había comentado Piedras de colores, el magnífico libro de narraciones de Adalbert Stifter (1805-1868), autor de habla alemana nacido en Chequia y protagonista muy principal de la escena cultural vienesa de su tiempo. La vida de Stifter no fue feliz, sufrió mucho y terminó mal, muy mal. Sin embargo, y por contraste, sus narraciones son lo contrario, apacibles, serenas y pletóricas de amor a la naturaleza. Su obra cumbre es Verano tardío, una novela que no dudo en recetar y que fue traducida al castellano por primera vez hace muy poco. En la misma línea está esta breve novela traducida por Carlos DOrs Führer, El sendero en el bosque, la historia de Tiburius Kneight, quien había sido de joven un gran necio. Situación a la que había llegado por múltiples causas. En primer lugar por su padre, que ya había sido un mentecato memorable. Sin embargo, un médico retirado, que nunca recetaba drogas sino comportamientos, le recomienda que se vaya a las montañas y que se dedique a caminar, que así encontrará alivio a sus males físicos y a su galopante tontería. Y lo logra, lo logra a plenitud, primero perdido entre un inmenso bosque y, luego, convirtiendo en hábito las caminadas en ese bosque en donde encontrará, además del amor de su vida, una paz y una sensatez que ni siquiera había imaginado que existiera. Así, con un argumento ingenuo en apariencia y con una narración lineal, Stifter logra una breve y deliciosa novela. Thomas Mann dijo de Adalbert Stifter que es uno de los narradores más extraordinarios, secretamente audaces y excepcionalmente apasionados de la literatura universal.


Diccionadario

Decir mucho en pocas palabras no significa escribir primero un ensayo y abreviar luego las frases, sino más bien meditar primero sobre el tema y, de lo meditado, decir luego lo mejor en forma que el lector juicioso advierta lo que uno ha desechado. En realidad significa dar a entender, con el menor número de palabras, que uno ha pensado mucho. (Georg Christoph Lichtenberg).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Guautemala: país de los canes.
Canas: hembras de los canes.
Gotinga: ciudad donde llovizna.

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Avisos y noticias

Aviso.- 

«A lo mejor es por culpa de los aislamientos a que nos obliga la pandemia, el caso es que en estas semanas he recibido innumerables correos que me dicen que fulano o zutana quieren ser mis amigos por Facebook. Nuevamente me permito aclarar que mi único medio de comunicación por internet es el correo electrónico. No tengo ninguna actividad en ninguna otra red y soy completamente ajeno a facebook, twitter, instagram, guasáp y etcétera y etcétera». Darío Jaramillo Agudelo

 
Laboratorio de creación.- 

Seis editoriales independientes colombianas nos unimos para crear una plataforma educativa que ofrece acompañamiento personalizado durante doce semanas para todos aquellos que deseen desarrollar sus proyectos de escritura en las siguientes áreas: Poesía, Narrativa, Crónica, Ensayo, Literatura Infantil, Narrativa Gráfica y Gestión Editorial. Más información aquí.

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«Don Darío, siempre será un placer leer las líneas que comparte en Luna Libros. Gracias». León Sandoval.

«Gracias por conjugar en la mejor forma el verbo compartir. Desde el mirador que me proporciona el árbol samán centenario en el parque de Íquira, Huila, me deleito con sus notas y hoy, con mucho gusto, acuso recibo. Hasta pronto». Jorge Giraldo Acevedo.

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