Diciembre-2021

Apuntes, d.j.a.

Mariano Peyrou, Lo de dentro fuera (Sexto Piso).-

El adentro y el afuera.- Para hablar de Mariano Peyrou, de esta novela, hay que comenzar por señalar que la paradoja hace parte integrante de la metafísica. No como una forma humorística, no como un esquema para hacer ver lo blanco de lo negro y viceversa. No. Es que la realidad funciona bajo la ley de la paradoja: en el blanco hay negro, en el negro hay blanco.

Como todo individuo agudo y son pocos en este mundo de romos no enarbola ninguna verdad. Y siempre está hablando completamente en serio, como todo el que tiene sentido del humor.

Uno de los más recurrentes temas de la filosofía y de la literatura apunta a las contradicciones, las identidades, las compensaciones y las diferencias entre el adentro y el afuera de los individuos (Peyrou prefiere dentro y fuera). Acaso esa dicotomía entre la intimidad y el exterior sea, o bien una faceta, o bien y más devastador una causa de las demás oposiciones que enfrentamos, la primera y más relacionada, la ¿manía?, el ¿uso? de observar el mundo a través de oposiciones. Bien y mal, verdad y mentira, sinceridad y disimulo, blanco y negro.

libro Luna

Y, al respecto, se ha dicho todo y de todas las maneras desde el empeño brutal de suprimir toda reticencia, eliminar cualquier secreto, suprimir las máscaras todas actitudes adolescentes o románticas o vanguardistas, hasta la posición totalmente contraria, propia de sociedades jerarquizadas o muy formalistas, como los franceses y los ingleses de los siglos XVII y XVIII. Mientras Cicerón preconizaba como pauta moral que hay que desterrar de todos los actos de la vida toda simulación y disimulación, lo contrario se llegó a predicar siglos más tarde, acaso porque se reconocía la farsa de la vida social y un italiano, Torquato Accetto, publicaba un tratado cuyo título lo dice todo, La disimulación honesta (1641), armonizable, incluso, con preceptos bíblicos: el que guarda su boca guarda su vida, pero el que mucho abre sus labios arma un desastre (Pr., 13-1).

Escribe Erasmo de Rotterdam: la vida entera es así. Es una comedia en la que unos y otros salen disfrazados con diferentes máscaras a representar sus respectivos papeles, hasta que terminado el espectáculo se retiran de escena. Y la metáfora de la actuación como oficio le sirve a la voz narradora de Lo de dentro fuera, precisamente, una chica que estudia teatro.

Una chica cuenta su vida.- Una chica cuenta su vida y sus conflictos entre el adentro y el afuera. Habla de ella, de su padre, de su madre, de su hermano. Habla de su amor por Sergio y sus conversaciones con otro personaje llamado el tipo, profesor en la escuela de teatro donde ella estudia. Para hacerlo, además de lo que va apareciendo, tiene un leitmotiv muy eficaz para ordenar la historia, y es referirse a los momentos diferentes comenzando el párrafo contando la edad: tengo trece años y lo que más me conmueve del mundo es imaginarme que mis padres se mueren. Tengo dieciséis años y lo que más me conmueve del mundo es imaginarme suicidándome. Tengo dieciocho años y lo que más me conmueve del mundo es imaginarme en un barco perdido en alta mar, en medio de una tormenta&.

Todo el relato está atravesado por la dicotomía dentro/fuera y sus ramificaciones como, para empezar, las conexiones entre uno y otro: primero me gustaron los toboganes. Luego los túneles. Ahora me gustan los canales. Tengo el cuerpo lleno de toboganes, túneles y canales. Los toboganes son lo más placentero. Los túneles son los más misteriosos y los canales son lo más real. Y, ya acabando el cuento, vuelve a lo mismo: Nadie sabe cómo soy. Hay secretos y mentiras, hay toboganes, hermosos y sensibles, pero sobre todo hay túneles y canales por los que no fluye nada. Soy un personaje que he construido a partir de decisiones de las que no me sentí consciente ni me siento responsable porque no fui yo quien decidió, no fueron decisiones, sino una serie de gestos que se van acumulando, recuerdos que se convierten en relatos, miedos que se convierten en costumbres, costumbres propias que se convierten en una personalidad ajena: una serie de pequeñas comodidades que sustentan una gigantesca incomodidad.

Secretos, vómitos, vergüenza.- Además de las conexiones, está lo que se oculta de uno o del otro lado: los secretos. Así lo define: Un secreto es algo que está dentro y no se puede sacar, pero también es algo que está fuera y no debería entrar. Y tiene bien claro que una cosa es guardar secretos ajenos y otra es producir secretos propios y cuenta que los padres no tienen secretos, pensaba. Ahora tengo veinte años y pienso que son los que más secretos tienen. Y señala otra clase de secretos: hay algunos secretos que guardamos entre todos. Hay cosas de las que no se habla.

Uno de sus secretos es su relación con el vómito, que haría las delicias de un psicoanalista: tengo doce o trece años y vomito todos los días. Van pasando las distintas psicólogas y las distintas madres, y mi padre trata de ser solo uno, siempre el mismo. Me pregunto si el vómito cambia o es siempre el mismo. Y confiesa: mi impresión ahora es que todo el tiempo pensaba en vomitar, en no vomitar, en mi miedo al vómito, al vómito propio pero también al ajeno, o que el vómito tuviera algún significado. Todo el tiempo.

Veía a alguien en cualquier situación y me preguntaba si vomitaría. En otras palabras, el vómito era una especie de religión. O el miedo al vómito. No lo sé y no puedo pensarlo. Si me pongo a pensarlo me bloqueo. Concluye al respecto de este secreto que parece denunciar las contradicciones entre su adentro y su afuera: Cuando vomito, estoy con mi madre y un poco con mi padre, estoy con mi pasado y mi futuro, y sobre todo estoy conmigo misma. Son dos maneras muy distintas de no estar sola, contradictorias, opuestas (&). Vomitar es un pequeño suicidio.

Otra relación conflictiva entre el interior y el exterior puede ser la vergüenza: la vergüenza, ahora, es un hogar. A veces viene sola, cuando me acuerdo de algo, y yo entro en ella o ella entra en mí, que son dos posibilidades muy distintas. Conversando con el tipo, éste le dice que la vergüenza siempre es producto de una percepción incorrecta de uno mismo, y ella contesta: a mí lo que me podría dar más vergüenza es ponerme roja. No me he puesto roja en mi vida. Pero todo me da vergüenza. ¿Te da vergüenza que te miren?, le pregunta el tipo, y ella le contesta: me da vergüenza querer que me miren.

¿El cuerpo está dentro o fuera?.- Esta dicotomía entre el adentro y el afuera tiene sus propias aristas. En cierto momento, sin identificar quién hace la pregunta y quién da la respuesta, el asunto se plantea con relación al cuerpo: ¿El cuerpo está dentro o fuera? No lo sé. A lo mejor está en ambas partes pero con distintas funciones y secretos y vergüenzas y verdades y placeres, podría decir otro imaginario interlocutor, esta vez sonriendo. La voz de nuestra chica asentiría: parece que ser idiota es confundir lo real y lo imaginario, lo de dentro y lo de fuera: es perseguir afuera lo que sólo está dentro. Pero yo creo que no, que son los que no confunden lo de dentro y lo de fuera, los que son idiotas. Y confiesa: estoy fuera y no me reconozco y siento unas ganas terribles de escaparme de mi cuerpo y un miedo terrible de no poder volver.

Dentro y fuera de la casa.- El dentro y el fuera no sólo aluden a cada individuo. También a los lugares. Así lo cuenta la narradora: hay una gran diferencia entre la vida dentro de la casa y la vida fuera. Hay distintas costumbres y reglas, distintos placeres y miedos, distintas maneras de ser yo. Todas son mentira y todas son verdad. Creo que si me preocupa más el placer ajeno que el propio es por la forma en que percibí y ordené todas estas diferencias. Hay lugares en los que gustas más siendo lo que eres y otros en los que gustas siendo lo que no eres. Puedes mostrar lo que eres o puedes ocultarlo. Puedes gustar con la fragilidad o con la solidez. En casa estaban siempre las dos posibilidades y era más o menos fácil funcionar bien. Fuera no era tan fácil, pero fui aprendiendo (&). Era pequeña y era mayor, según estuviera en casa o fuera; estaba en dos lugares a la vez o en un mismo lugar dos veces al mismo tiempo. Más adelante concreta sus comportamientos: Por fuera era pequeña y por dentro era mayor: cuidaba a mi madre ocultándole cosas, cuidando a mi padre presentándome como él quería que fuera. Había que infantilizar el cuerpo y el alma. Era impensable crecer. No es que me diera miedo mostrarme mayor, con mis pelitos y mis tetas y mis averiguaciones; es que no lo podía pensar.

Stanislavski.- Desde niña, la narradora ha vivido en su cotidianidad bajo la bifurcación dentro/fuera. Al llegar en sus tempranos veinte años a una escuela de teatro, esa forma de sentir se convierte en materia de pensamiento, en semilla de teorías. Y, en esto, los teóricos del teatro tienen cosas qué decir. Por eso mismo, a lo largo de Lo de dentro fuera aparecen iluminantes prescripciones de Stanislavski:

Nunca te permitas representar externamente algo que no hayas sido internamente.
El lenguaje del cuerpo es la única llave que puede abrir la cerradura del alma.
Lo que me importa no es la verdad que hay fuera de mí, sino la que hay dentro de mí.
La vida interior de los personajes se oculta en las circunstancias externas.
En cada acto físico, salvo que sea puramente mecánico, hay escondido algún acto interior, algún sentimiento.

El tipo.- El tipo, sin más nombre, es un profesor de la escuela donde estudia la narradora. De hecho, en la novela, el primero que habla es él, el tipo: cantar y bailar son la misma cosa. Hay algunas tribus que no pueden concebir la música sin danza. No existe (&). Y actuar incluye las dos cosas, dijo el tipo. Es algo que se hace desde antes de aprender a hablar y luego se va dejando de lado (&). Pero recordemos siempre que hay algo bailando dentro del que canta, que quien baila saca un canto fuera. Más adelante añadirá: la voz es el cuerpo del alma. Y más: El baile es la voz del cuerpo.

Poco se sabe del tipo, apenas una queja sin queja: el tipo, en cambio, no parece preocuparse por lo que piensen los demás (&). Dice que la libertad que uno va conquistando con los años es lo mejor de la vida, pero también que eso lo pone triste. Lo dice en clase. Lo llama la melancolía del crecimiento (&). Otro día, tomando un café, me cuenta otra cosa. Me cuenta que su cuerpo está triste. Me cuenta que él no se siente triste, pero que nota que su cuerpo está triste. No cansado, sino triste. Algo se rompió hace mucho, dice. También declara: Cuando alguien se va haciendo mayor, se va acercando a sí mismo y a la vez se va alejando, dijo el tipo.

El tipo y los papas.- El tipo entró en clase cuando ya todos estábamos sentados (&). Esta asignatura se llama Historia de las Artes del Espectáculo (&). Vamos a estudiar a fondo las propuestas del Vaticano, que es el principal centro irradiador de estas artes. Podemos aprender mucho leyendo bulas y encíclicas papales. Dijo el tipo. Eso no es el pasado. Es pensamiento vivo. (&). No nos vamos a alejar mucho de Roma, dijo el tipo. No sólo porque un teatro siempre es una iglesia y una iglesia siempre es un teatro. Lo que hay de íntimo en los ritos: acaso la liturgia sea la forma externa de lo interior, la envoltura de la verdadera verdad: uno de los momentos más bonitos es cuando proclaman la doctrina de la infalibilidad papal (&). Es bonito en sí mismo, pero sobre todo porque quien lo dice es un papa, Pío IX en un documento llamado Pastor aeternus y publicado en 1870 (&). Un tiempo después, en la encíclica Humani generis, Pío XII confirmará que lo que dice el papa es verdad y no se discute más.

La verdad no parece necesitar más que ser la verdad: Hay muchas cosas que empiezan con un edicto papal de 1210. Lo firma Inocencio III (&). En ese edicto Inocencio prohíbe al clero que actúe en público sobre un escenario. Y, antes, el concilio de Auxerre, siglo VI, prohibió que los sacerdotes cantaran y bailaran en las celebraciones religiosas (&). Más adelante, en el concilio de Roma, del año 853, se expresa un gran malestar por la costumbre de bailar y cantar en las festividades religiosas.

Hay más citas de bulas y encíclicas que sitúan el afuera y el adentro. El tipo ha dicho: El objeto de actuar es generar el silencio del público. Cuando los espectadores se acuerdan de que hay que aplaudir es que ya se han salido de la obra.

Peyrou.- Mariano Peyrou español y argentino nacido en Buenos Aires, 1971 es uno de los escritores más originales y más impredecibles de nuestra lengua. Como poeta, cada libro toma un rumbo distinto, un inesperado y sorprendente giro con respecto al anterior, y siempre en un muy lúcido y muy alto nivel. Como narrador es igual: tan original que no se parece a ninguno de los escritores originales que hoy en día ocupan ese nicho. La conciencia (crítica o cómica, intuitiva o misteriosa) con que Mariano Peyrou escribe cada palabra denota que se trata de un poeta escribiendo novelas, pero la avidez de lectura que impulsa a seguir y seguir con el embeleso de su prosa muestra a las claras que es todo un contador de cuentos, con la sabiduría de quien puede convertir en historia bien la más abstrusa abstracción, bien la más simple nadería: y eso lo convierte en uno de los más brillantes narradores entre los que escriben en castellano hoy por hoy. Antonio Ortega lo dijo así: libro a libro, ha renovado los modos del lenguaje y los enfoques de la mirada de una obra poética y narrativa tan personal como extrañamente prodigiosa.

Diccionadario

Jugar: es eso lo que recupero cuando me refugio en mundos hechos de caracteres que forman palabras; esos destellos de mundos que no existen. Yolanda Reyes,.

Tomado de Diccionadario (Pre-Textos):
Madrogada: amanecer narcotizado.
Lentuaje: hablar despacio.
Contenedor: mueble donde caben miles de tenedores.

Avisos y noticias

Feliz 2022.- Nos despedimos hasta la segunda quincena de enero, cuando aparecerá el número 161 de Gozar Leyendo. Gracias a todos por la acogida; gerencia y edición: Catalina González Restrepo; envíos, redes, blog y correspondencia: Daniela Caicedo; redactor: Darío Jaramillo Agudelo.

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De nuestros lectores.-

Ha sido muy grato leer esta entrada. Me ha llevado a releer uno de los mejores y más inquietantes cuentos que he leído nunca, Wakefield. No sé si has leído la novela The Master de Colm Tóibín. Abrazos, querido Darío.
Héctor Abad

Muchísimas gracias por el bien de compartir. Recibo su informativo Gozar Leyendo con mucha satisfacción.
Jorge Enrique Giraldo.

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