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La prosa de Fabrizio Mejía Madrid es picante, aguda, dada al sarcasmo, irrenunciablemente adicta a la irreverencia, una irreverencia que es una manera de estar en el mundo, una irreverencia persistente, sin intermitencias ni concesiones, mucho menos con él mismo. La ironía sangrante. El sarcasmo. La literalidad que desnuda, que denuncia. ¿Qué divierte? Una prosa que puede ser antipática sin dejar de ser atractiva por otras cosas, por su inteligencia, porque la saturación de lugares comunes, frases hechas y opiniones establecidas como verdades a que estamos sometidos, hallan en Mejía Madrid un antídoto contra todo eso. Como lo fue antes Monsiváis, creo. Uno lee a Fabrizio Mejía más con curiosidad por sus ocurrencias que por el aspecto factual. Aunque, por éste, también. Para mi gusto, prefiero más lo ensayista que lo cronista, sin negarme a la evidencia de que algunas descripciones de Mejía Madrid son también, a la vez, comentario. Tal ocurre en el excelente Días contados (Almadía).

DiasContados

Días contados.

Es una selección de poco más de veinte años de Mejía Madrid la primera crónica data de 1989, a sus veintiún años. A la vez que antología del autor, el libro tiene un hilo, no sé si un hilo conductor o un hilo desolador: una exposición multiforme de cómo y porqué ha cambiado la intimidad, la conciencia del yo. El inicio del libro, 1989, es un punto de quiebre para el escritor mexicano, pues justo en el momento en que se proclamaba el fin de la historia los futuros posibles aparecieron por todos los rincones: místicos, recicladores, magos de la autoayuda, la disolución de la muerte, el viagra&

Copiado de Días contados.-

Ahora ya no asistimos a los desfiles militares, a las demostraciones de poderío para llegar a la luna, sino a un espectáculo más sencillo, más igualitario y más egoísta: nosotros mismos. Si algo cambiaron las invenciones del Internet, las redes sociales y el iPhone es que ahora somos gente mirándose vivir: son medios para nuestra difusión personal.

Se usa la inseguridad para crear una subclase los narcotraficantes que borra la verdadera clase, los pobres, los desocupados, a los que se les acabó el país al cruzar la calle.

&Uno, antes de los veinte años, anda por el mundo como idiota, de un lugar a otro, sin saber por qué.

Mi padre suele bromear: somos una familia acomodada: dos en un cuarto, tres en el otro. Vuelve a la carga: somos una familia de recursos. Nos queda la risa.

&los platos recubiertos de aluminio se ven siempre más apetitosos que su contenido y la azafata lo hace sonar suculento: ¿pollo o lasaña?, cuando lo que debería preguntar es: ¿cartón o periódico?.

El olvido de sí de Pablo d’Ors.

Pablo dOrs (Madrid, 1963) es el autor de El olvido de sí (Pre-Textos), una excelente novela biográfica o biografía novelada, escrita en primera persona por Charles de Foucauld (1858-1916), ese multifacético personaje que fue militar disipado, viajero, más que viajero geógrafo, lexicógrafo, místico y que va en vías de canonización por el papa de Roma. Autor del primer diccionario tuareg-francés, de una muy autorizada geografía de Marruecos, en 1886 su visión de sí mismo y del mundo cambia y comienza pasando por varios monasterios trapenses. Pero me adelanto y no gano nada contando la vida de Foucauld; mejor empiezo por mi conclusión: Foucauld es un personaje que trasciende, en favor de él, haciéndose estimar más que a cualquiera de los que fue, incluyendo su deslumbrante faceta mística. La prosa narrativa de Pablo dOrs hace de esta bionovela o novelografía una aventura apasionante y de gratificante lectura.

OlvidoDeSi

 

Un párrafo de El olvido de sí de Pablo d’Ors.

El simple mutismo es el hijo más pobre del silencio; por eso, quien diga que silencio y lenguaje son términos opuestos no sabe, ciertamente, qué es el lenguaje y mucho menos todavía qué es el silencio. Una palabra que no culmine en silencio ni siquiera puede ser tomada como tal. Más que romper el silencio, las palabras auténticas abren a él. Una palabra que no ayude a callar no es buena, como no lo es un silencio que no invite a más silencio. ¡Ah, si supiéramos hasta qué punto ofende la Verdad a cualquier palabra inútil! ¡Si supiéramos que el silencio suele ser expresión de amor porque es una de las formas más perfectas del pudor!.


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