febrero-2016, primera quincena

Apuntes, d.j.a.

Leila Guerriero, Zona de obras (Anagrama).-

Una virtud teologal de las más encomiables entre los buenos cronistas es que nunca son aburridos. Esto se agradece y también se admira, porque no se trata de un don natural, gratuito, espontáneo, una especie de gracia sin esfuerzo, cuando es lo contrario, producto del trabajo, producto del taller del cronista. Por otra parte, uno nunca le pide a los manuales que sean entretenidos; pareciera que las cartillas tuvieran patente de corso para ser aburridas a cambio de ser útiles. De manera que es por completo inesperado un libro deliciosamente entretenido cuya materia es el oficio de periodista como lo vive, como lo siente, como lo sabe Leila Guerriero. Leila llegó a Buenos Aires de su Junín natal, estudió una carrera que no fue periodismo, nunca pensó en ser periodista hasta el día en que le ofrecieron trabajo de periodista y ya no quise ser otra cosa.

Zona_de_obras_Leila_Guerriero

Zona de obras contiene sólo textos sobre el ejercicio del periodismo narrativo escritos a lo largo de varios años. Y, sin proponérselo, ajeno al ordenamiento sistemático, el libro termina por ser una lectura deliciosa y aleccionadora. Magnífico.

Frases de Leila.-

-El periodismo narrativo es muchas cosas pero es, ante todo, una mirada ver, en lo que todos miran, algo que no todos ven y una certeza: la certeza de creer que no da igual contar la historia de cualquier manera.

-Podríamos hacer un rizo y decir que, por definición, se llama periodismo narrativo a aquel que toma algunos recursos de la ficción estructuras, climas, tonos, descripciones, diálogos, escenas para contar una historia real y que, con esos elementos, monta una arquitectura tan atractiva como la de una buena novela o un buen cuento. Podríamos seguir diciendo que a los mejores textos de periodismo narrativo no les sobra un adjetivo, no les falta una coma, no les falla la metáfora, pero que todos los buenos textos de periodismo narrativo son mucho más que un adjetivo, que una coma bien puesta, que una buena metáfora.

Porque el periodismo narrativo es muchas cosas, pero no es un certamen de elipsis cada vez más raras, ni una forma de suplir la carencia de datos con adornos, ni una excusa para hacerse el listo o para hablar de sí.

El periodismo narrativo es un oficio modesto, hecho por seres lo suficientemente humildes como para saber que nunca podrán entender el mundo, lo suficientemente tozudos como para insistir en sus intentos, y lo suficientemente soberbios como para creer que esos intentos les interesarán a todos.

-El periodismo narrativo tiene sus reglas y la principal, pero grullo dixit, es que se trata de periodismo. Lo demás es fácil: todo lo que hay que hacer es permanecer primero para desaparecer después.

-El periodismo narrativo se construye más que sobre el arte de hacer preguntas, sobre el arte de mirar. La forma en la que la gente da órdenes, consulta un precio, llena un carro de supermercado, atiende el teléfono, elige su ropa, hace su trabajo y dispone las cosas de su casa dice, de la gente, mucho más que lo que la gente está dispuesta a decir de sí.

-Y contar no es la parte fácil del asunto. Porque, después de días, semanas o meses de trabajo, hay que organizar un material de dimensiones monstruosas y logar con eso un texto con toda la información necesaria, que fluya, que entretenga, que sea eficaz, que tenga climas, silencios, datos duros, equilibrio de voces y opiniones, que no sea prejuicioso y que esté libre de lugares comunes. La pregunta, claro, es cómo hacerlo. Y la respuesta es que no hay respuesta.

-En el buen periodismo narrativo la prosa y la voz del autor no son una bandera inflamada por suaves vientos masturbatorios, sino una herramienta al servicio de la historia. Cada pausa, cada silencio, cada imagen, cada descripción, tiene un sentido que es, con mucho, opuesto al de un adorno.

-Ahí reside, quizás, parte de la clave del periodismo narrativo: que hablándonos de otros, nos habla, todo el tiempo, de nosotros mismos.

-Para ser periodista hay que ser invisible, tener curiosidad, tener impulsos, tener la fe del pescador y su paciencia, y el ascetismo de quien se olvida de sí de su hambre, de su sed, de sus preocupaciones para ponerse al servicio de la historia de otro. Vivir en promiscuidad con la ignorancia y la sospecha, en pie de guerra con la conmiseración y la piedad. Ser precisa sin ser inflexible y mirar como si se estuviera aprendiendo a ver el mundo. Escribir con la concentración de un monje y la humildad de un aprendiz. Atravesar un campo de correcciones infinitas, buscar palabras donde parece que ya no las hubiera. Llegar, después de días, a un texto vivo, sin ripios, sin tics, sin autoplagios, que dude, que diga lo que tiene que decir que cuente el cuento, que sea inolvidable. Un texto que deje, en quien lo lea, el rastro que dejan, también, el miedo o el amor, una enfermedad o una catástrofe.

Dumas, Dumas, Dumas, ra, ra, ra.-

Acaba de aparecer una nueva traducción de La dama de Monsoreau (Akal), la segunda de las novelas que Alejandro Dumas escribió sobre el final de la dinastía Valois y el inicio de los Borbón en Francia, a fines del siglo XVI. Dicho así suena de lo más serio, lo más tieso, lo más académico. En verdad, se trata de unas historias llenas de acción y de suspenso. La primera del grupo es La reina Margot (Cátedra), donde hay una mala como robada a las telenovelas brasileñas, ésta de carne y hueso, la envenenadora, asesina, intrigante, disimuladora y fría Catalina de Médicis. Uno no puede parar en las más de 800 páginas. Luego sigue la ya mencionada, La dama de Monsoreau. La primera ventaja es que usted no necesita haber leído la primera para leer la segunda, son historias autárquicas, independientes la una de las otras. Ésta, La dama de Monsoreau casi llega a las 900 páginas y uno se despierta temprano y agarra la novela, está desayunando y sigue; si llaman al teléfono acorta la llamada, uno sólo quiere estar con Dumas.

Alexandre_Dumas

Las tres patas de la novela del XIX.-

Cada vez corroboro con más pruebas que en la novela del siglo XIX siempre pasa alguna de las siguientes cosas, o las tres: que haya adulterios, que se presenten casos de ludopatía y que las señoras se desmayen. En La reina Margot nadie se acuesta con quien la ley y la religión le imponen y todos desfilan por los lechos de todas (y viceversa y al contrario). Nada más promiscuo que la corte francesa de aquellos años salaces. Lo mismo pasa en La dama de Monsoreau, donde aparece un desmayo de felicidad, un desmayo ejemplar y delicioso. La que se desmaya es la mismísima dama de Monsoreau en persona y merece un comentario del propio Dumas: Diana a su vez reconoció la voz, la sonrisa del conde, y con el corazón oprimido, fuera de sí, sofocada por esa dicha inesperada abrió los brazos y se dejó caer, sin sentido, sobre el pecho de aquél a quien ella había acusado de indiferencia (&) Los desmayos que produce la alegría no son ni muy largos ni muy peligrosos. Se han visto algunos mortales, pero los ejemplos son excesivamente raros.

Desmayología.-

Siempre me hago las mismas preguntas: ¿por qué se desmayaban las mujeres en las novelas del siglo XIX? ¿Por qué por causas tan distintas (alegría, tristeza, malas y buenas noticias, ser sorprendidas en lo que no se les permite, el disimulo, etcétera, etcétera)? ¿Por qué sólo las mujeres, pues el desmayo es privilegio o defecto, no sé, exclusivo de las mujeres? Y otra más, para no seguir: ¿por qué, en las novelas del siglo XX, las mujeres dejaron el hábito de desmayarse?

Diccionadario

Si una cosa necesita una palabra buscará a una palabra que necesite ser cosa.

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Archivo: chivo con gavetas.
Pipapótamo: hipopótamo barrigón.
Hipopútama: mamífera ligera de cascos.
Giburón: tiburón con giba.
Máguila: ave mágica.

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Avisos y noticias

Premio Spiwak de novela inédita en español.-

Se trata de una iniciativa que nació en Cali. Sus jurados en la primera versión son Leonardo Padura, Rosa Beltrán, Sergio Ramírez, Noé Jitrik y Darío Jaramillo Agudelo. La bolsa para el ganador es de 50 mil dólares. Pueden participar escritores de toda la cuenca del Pacífico americano desde Canadá hasta Chile. Se reciben manuscritos hasta el 30 de marzo de 2016. La novela ganadora será publicada por Siglo XXI. Informes en http://premiospiwak.org/

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