Junio-2017, segunda quincena 

Apuntes, d.j.a.

La antivida de Italo Svevo (Fórcola) de Maurizio Serra.-

Italo Svevo (1861-1928), novelista italiano nacido en Trieste, es célebre por una excepcional novela, La conciencia de Zeno, además de otras obras traducidas al castellano como Senilidad y también por su amistad muy cercana, si cabe, con James Joyce.

Maurizio Serra (1955) es el autor de esta biografía, traducida por Ester Quirós, que se lee con curiosidad, tanto por la forma como Serra cuenta el cuento, como por el cuento mismo. Resulta que Svevo, un seudónimo, se llamaba en verdad Ettore Schmitz, era judío, se convirtió al catolicismo, vivió el final del Imperio Austro-Húngaro en su Trieste nativa, que era puerto del imperio sobre el mar Mediterráneo, y se desempeñó toda su vida como un empresario cada vez más próspero en una fábrica de pinturas de barcos de propiedad de su familia política: ésta era la fachada de un hombre que muy joven publicó algunas obras de ficción y que ejercía como hombre de negocios en apariencia ajeno a su pasión, la escritura. Serra compara esta forma de vida con la de otro muchacho judío, nacido en Praga, que se gradúa de abogado en 1907 con las máximas notas y entra a trabajar en la sucursal praguense de la compañía de seguros Assicurazioni Generali de Trieste y dedica sus noches a escribir narraciones; este contemporáneo de Svevo se llamaba Franz Kafka.

Serra plantea la vida de Svevo como una antinomia entre Ettore Schmitz, el hombre de negocios sometido a una suegra dominante la antivida y el escritor con seudónimo Svevo y que se defiende con el estoicismo risueño que aprenderá a hacer suyo. Al principio no es fácil: cuando cumple 28 años escribe: el descontento que siento de mí mismo y de los demás no podría ser mayor. (&) La cuestión económica se hace más y más aguda, no estoy contento con mi salud, ni con mi trabajo, ni con la gente que me rodea (&) Con las desmesuradas ambiciones que en su momento lo dominaron a uno, no haber encontrado a nadie, pero a nadie, que se interese por lo que uno piensa y hace; verse siempre obligado a actuar como si le interesaran las cosas de los demás porque es el único modo de ganarse esa consideración a la que, quiera o no, aspira.

Con el tiempo, prospera como gerente y empresario sometido a las reglas de juego de su familia. Su jornada laboral empezaba a las seis y media de la mañana. A las siete estaba en su despacho (&) que dejaba definitivamente a las seis. Solo entonces disfrutaba de unas horas de asueto: cena conversación con su mujer, juegos con su hija, lectura o un poco de música, volutas de humo que ascendían hasta el techo y protegían las fugas de la imaginación. Y luego a la cama, a dejarse mecer por algún sueño reparador, como el de matar a hachazos a media familia política. Antes había escrito dos novelas, Una vida y Senilidad, pero en 1899 Ettore entra oficialmente en el claustro, es decir, en la empresa de sus sueños. Y también es la fecha en que Italo sale del mundo de las letras. Empieza la travesía en el desierto que durará veinte años. En cierto momento escribe: he eliminado definitivamente de mi vida esa cosa ridícula y dañina que se llama literatura. Pero&

Hacia 1904 un joven irlandés de nombre James Joyce se instala en Trieste, donde estuvo algo más de once años y donde trabó con Italo Svevo una amistad que constituye una de las páginas más curiosas y emocionantes del siglo XX. No fueron amigos íntimos, aunque sí muy cercanos. Y lo cierto es que Joyce influyó para que la obra de Svevo se reconociera fuera de Italia y podría decirse que antes que en Italia. Los dos, junto su coetáneo triestino Umberto Saba, forman el trío de creadores más notables de esa época en esa ciudad.

Svevo dijo de La conciencia de Zeno: es una autobiografía, sí, pero no la mía. Tardíamente, Svevo obtuvo el reconocimiento por su obra literaria, ejecutada a la sombra de su trabajo de gerente: Era demasiado sutil, inteligente, experto en las cosas de la vida como para dejarse atrapar por una celebridad tan tardía. Su profundo equilibrio le venía del cerebro. Su cerebro hacía justicia a su fama y le daba el lugar que merece. ¡Cuántas veces se había dicho, para consolarse y hallar fuerza en su interior, que Schopenhauer y Nietzsche habían sido incomprendidos hasta el final! ¿Pensaba entonces en la gloria, la verdadera, la que haría que cincuenta, ciento cincuenta años después de su muerte, algún lector desconocido, en Japón o Australia, abriera su libro y sintiera vibrar una voz fraternal? Quizá, pero nunca lo confesó. Él no era así. No, el reconocimiento no cambiaba en nada su profilaxis existencial, no por cinismo ni desencanto, sino porque el hombre de bien no pierde la compostura y sigue su camino, lo ignore o lo aclame el mundo. Es la regla de juego, y si el burgués ha sobrevivido a la imagen del renegado sartreano, lo debe sobre todo a esa forma de disciplina. Una capacidad de disimulo largamente perfeccionada había permitido a Ettore-Italo saborear hasta el final su libertad interior.

En qué abril (Pre-Textos) de José Rubio.-

Poesía conversada. El tono de quien habla y dice pocas cosas muy intensas y tiene el poder de decirlas inventando con ellas, también, el necesario silencio que las rodea, que las engendra, que las hace necesarias. José Rubio (1951, Murcia, España) publicó anteriormente otros dos libros de poemas. En este tercero y reciente En qué abril hay poemas que muestran bien lo que acabo de insinuar:

978-84-16906-10-9

En esa luz
Si en el ciego desorden
de la vida, unos ojos
se detienen, te miran.
Si tú te reconoces
en su luz, no receles
de la verdad que viste.
Dirán que no fue nada, un espejismo,
pero que iba en esa luz la luz del mundo.

Vuelve
No te demores, vuelve
a aquella estancia firme
en la que el tiempo es tuyo.
Que el estrépito ciego del vivir, y los cantos
de sirena del mundo,
y el amor, no te hieran
como a veces te hirieron.
Que el rumor de un pasado sin cumplir,
o tu dolor, tu miedo,
no perturben tus días.
Acállalos, insiste, que no apaguen
el clamor que se eleva de tu propio silencio

De nuevo
Es de nuevo tu voz,
………………….ahora más cierta
más desnuda, más libre.
A menudo quien habla,
silenciando otras voces,
en ese timbre tuyo, es la alegría,
el dejo temporal de tu inocencia.

Diccionadario

El poeta no cumple su palabra si no cambia los nombres de las cosas (Nicanor Parra).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):
Timocracia: gobierno de los estafadores.
Foticia: información con fotografías.
Tiemblestad: truenos y sismo.
Amordasado: enamorado ofrece comida a la parrilla.
Albaricoco: combinación de coco y albaricoque.

 

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«Leer su reseña fue un gran gozo. Felicidades». Isolda Hurtado.

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