Noviembre-2017-segunda quincena

Apuntes, d.j.a.

Roxana (La Bestia Equilátera) de Daniel Defoe.-

Hay una especie de sino fatal con ciertos autores de obras maestras, cuya memoria se trasmite unidimensionalmente, con el único recuerdo de su máximo logro. Cervantes es el mejor ejemplo: por culpa del Quijote nos olvidamos en nuestro detrimento, por ejemplo, de las Novelas ejemplares. Y es el caso de Daniel Defoe (Londres, ¿1660?-1731), de quien pareciera bastarnos el extraordinario Robinson Crusoe, dejando de lado lo demás que escribió. Apenas en este 2017, Valdemar editó completa su Historia general de los piratas, parcialmente traducido hasta hoy.

Y se necesitaron 285 años para que, en 2009, la editorial argentina La Bestia Equilátera hiciera la primera edición en castellano versión de Teresa Arijón de su última novela, Roxana, publicada anónimamente por Defoe en 1724. Y 286 años después de esa fecha, en 2010, fue la española Alba, la editora que publicó la segunda traducción, esta vez debida a Miguel Temprano García.

Fiel al uso de su tiempo, el título completo es Roxana, la amante afortunada, o Historia de la vida y la muy diversa suerte de mademoiselle de Belenau, luego llamada condesa de de Wintselshein en Alemania. Conocida bajo el nombre de lay Roxana en tiempos de Carlos II. Resumiendo de otra manera, la historia comienza cuando una mujer es abandonada por su marido; la deja ya con cinco hijos y sin un céntimo; entonces ella se dedica a vivir de amantes ricos y poderosos. Vive en Inglaterra, en Francia y en Holanda principalmente y llega a ser una mujer con buena fortuna, tanta, que ya madurita quiere, además, escapar de su propio pasado.

Al igual que Moll Flanders, una novela anterior de Defoe, Roxana está contada por ella misma, a manera de autobiografía. En apariencia éste es un dato técnico, meramente formal, pero el fondo del asunto es mucho más renovador: es, ni más ni menos, darle voz a la mujer. En particular, la historia, de por sí entretenida, tiene el plus de ser un alegato contra la condición de la mujer casada frente a los derechos del marido que, en la práctica, expropia a la esposa de sus bienes y de todas sus decisiones: no sentía el menor deseo de volver a ser esposa de nadie, pues había tenido tanta mala suerte con mi primer marido que odiaba la sola idea; sabía que las esposas eran tratadas con indiferencia y las amantes con denodada pasión; que a una esposa se la mira desde arriba, como si fuera un ama de llaves, mientras que una amante es soberana; que la esposa debe entregar todo lo que tiene, debe perder todas sus reservas y soportar que le echen en cara hasta su pequeña asignación esporádica, en tanto la amante hace realidad el dicho según el cual todo lo que tiene el hombre es de ella, y todo lo que ella tiene es exclusivamente suyo. La esposa tolera un millar de insultos y está obligada a quedarse sentada escuchándolos, o a partir y caer en la ruina; la amante insultada se recupera enseguida y se consigue otro.

En cierto momento su amante holandés le propone matrimonio y ella se niega: no es de ti de quien sospecho dije, sino de las leyes del matrimonio que ponen todo el poder en tus manos. Te obligan a hacerlo, te mandan que mandes; y a mí, en consecuencia, me obligan a obedecer. Tú, que ahora estás en términos de igualdad conmigo, y yo contigo, en menos que canta un gallo estarás sentado en el trono, con la humilde esposa postrada frente a tu escabel. Todo el resto, todo lo que llamas unidad de intereses, afecto mutuo y demás no es sino amabilidad y cortesía, y la mujer estará por cierto infinitamente agradecida si las cosas van por ese lado. Pero no podrá ayudarse a sí misma si van por otro.

Aunque hay consideraciones morales por parte de la narradora, cómo no, su relato está más allá de las moralejas y las moralinas: me aventuro a decir que ninguna otra mujer ha vivido una vida como la mía, de veintiséis años seguidos de perversiones, sin mostrar la menor señal de remordimiento, sin ningún signo de arrepentimiento y sin el deseo de ponerle fin. Me había habituado a esa vida de vicio hacía ya tanto tiempo que en realidad no me parecía un vicio; mis días transcurrían suaves y placenteros; nadaba en la opulencia y (&) el dinero me llegaba a raudales.

Por supuesto, no voy a contar el final de Roxana, pero es bueno decir que ha variado con los años. Habiéndose publicado anónimamente en 1724, cincuenta años después aparecieron ediciones con el final adaptado a la sensibilidad del momento; y ese fraude se repitió varias veces. La edición que leí conserva el final de la primera edición.


Otras canciones (Pre-Textos) de José Mateos.-

En el número 38 de Gozar Leyendo (que usted puede leer espichando aquí) me referí con entusiasmo a Un año en la otra vida, un espléndido libro de prosas de José Mateos (Jerez de la Frontera, 1963). La mención viene al caso, porque ahora me entero de que mientras escribía los apuntes que formaron Un año en la otra vida a veces me salían al paso en forma de poemas otros apuntes y emociones que finalmente decidí no incluir en aquel volumen, no sé bien por qué. Probablemente por entender que su naturaleza los empujaba a ser otra cosa; probablemente porque, a mi parecer, requerían ser atendidos y leídos de otro modo.

De modo que Otras canciones, este hermoso libro de poemas, fue escrito en paralelo, es mellizo de Un año en la otra vida. En la nota introductoria donde Mateos nos entera de esa gemelidad termina diciendo que quise soñar con la posibilidad de escribir unos poemas tan sencillos, tan desnudos, que parecieran invisibles.

Y lo logró. La intención con lo irrevocable, con lo personal tiene también reminiscencias juanramonianas. Por otro lado, el título, Otras canciones, evoca más bien a Machado. Los poemas son breves, susurrantes, llenos de una sensibilidad desbordada que nunca se desborda.

Poemas de José Mateos en Otras canciones.-

 

De regreso a casa

Entre la multitud
estamos siempre solos,
pero no estamos solos.

Contigo, noche oscura,
qué soledad más llena
de prodigio y de nada.

 

Para Luisa

Estuviste conmigo
paseando por la tarde
por el camino blanco.

Después,
             volví a enterrarte.

 

Atardecer

Sol de la tarde
¿nunca sabré a qué vienes?

¿A librar a los árboles
del peso de sus sombras
de las que tiras todo el tiempo?

¿O a sumirlas en una
solo sombra
               lentamente?

 

Un poema de amor

La muerte tiene miedo

cuando tú y yo decimos
y hacemos tonterías.

Y si nos abrasamos en el fuego
de las profundidades,
                             ni te digo
cómo se pone:

la he visto maldecir y echar espuma
al pie de nuestra cama.

 

Diccionadario

Quién sabe cuántas palabras soltó Dios antes de dar con las que trajo el mundo.  (Stanislaw Jerzy Lec).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Fingeniero: aquél que simula conocimientos matemáticos.
Peleepatía: discutir sin abrir la boca.
Saperdote: cruce de cura y batracio.
Lentencia: fallo muy demorado.
Empiencinada: persona muy terca que no piensa en nada.

 

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