Junio-2018, segunda quincena

Apuntes, d.j.a.

Sueño blanco (Siglo Veintiuno)de Miguel Botero García.-

Miguel Botero García (1977) es un escritor antioqueño nacido en Bogotá, ganador con Sueño blanco del premio Spiwak de novela en 2016, que otorgó un jurado integrado por Rosa Beltrán, Sergio Ramírez, Leonardo Padura, Noé Jitrik y un tal Darío Jaramillo. Se trata de una excelente novela que bien puede inscribirse en el género de la novela de formación. Comienza cuando el narrador tiene once años y termina cuando tiene dieciocho: el primer amor, el primer duelo, la primera borrachera, los descubrimientos de la marihuana, los metafisiqueos de la adolescencia, el primer beso, el fútbol, los paseos, las fiestas.

Esta novela corresponde a aquella estructura narrativa nacida en el marco del romanticismo alemán, en la que un personaje se construye a sí mismo en el tránsito como dice María Teresa Andruetto. El héroe comienza a delinearse ante nosotros a partir de una carencia. Como en el comienzo de los tiempos, deberá sortear pruebas. No tres, no siete, sino cientos de pequeñas pruebas hasta llegar a ese centro preciado e ilusorio que es el encuentro de cada uno consigo. Precario, provisorio centro de la vida. ¿Quién es ese que viene con nosotros y llega ahora al final de la novela? ¿Ese que al comienzo era un niño, un muchachito? Es un hombre. Cada uno de nosotros. Un hombre singular y a la vez un hombre como todos.

El escenario es un Medellín concreto, con nombres de calles y de barrios y la historia transcurre en el decenio de los años noventa, cuando esa ciudad era un teatro de guerra: el miedo a las explosiones se había convertido en algo tan abstracto que lo abarcaba prácticamente todo: miedo a las calles, a los carros, a los parqueaderos, a los parques, a los restaurantes, a los escenarios deportivos, a los teatros, a las iglesias, a las estaciones de policía, a las fábricas, a los cines, a los periódicos, a las discotecas, a los aviones, a los centros comerciales, a los bares, a las casas de jueces y políticos& La vida cotidiana era como caminar a ciegas y por más que las autoridades trataran de mantener la calma, el miedo rozaba la locura. La sensatez había volado en mil pedazos y nadie sabía dónde buscar sus partes para reconstruirla. Durante algunas noches la ciudad retumbaba. Los estruendos parecían venir de cualquier parte. En la medida de lo posible, nadie salía a la calle.

En medio de esta zozobra, el protagonista y narrador de la novela comienza con un duelo terrible y termina con otro (contar este último es contar el final de la historia: por eso, paso) y en la mitad de estas tragedias el narrador va creciendo con la incondicional complicidad del lector, que lo acompaña con fondo de la música de rock pesado, oliendo el humo del tabaco, trasnochándose en las borracheras de él y de sus amigos.

En términos de fidelidad histórica, esta novela es todo un documento de cómo la clase media vivió las épocas azarosas del Medellín de aquellos años. En términos de ficción estamos ante una magnífica novela.

Historia mínima de Colombia (Turner)de Jorge Orlando Melo.-

Jorge Orlando Melo (Medellín, 1942) es un buen escritor. No le sobran palabras, tiene una muy coherente versión de la historia colombiana y la redacta con esa misma claridad hecha de orden y de concatenación de los acontecimientos en la línea del tiempo.

Hace casi medio siglo hubo un cambio en la forma de la escritura de la historia en Colombia. Atrás quedaba una historia de aficionados, de buenos hijos, de testigos, de interesados en legitimarse acomodando el pasado a sus intereses.

Lo que sucedió fue la profesionalización del oficio, la apertura de programas de historia en las universidades, la influencia de la escuela de los Anales de Francia, del marxismo y de las nuevas corrientes de la historia económica. Entre los iniciadores de esa nueva historia figura Jorge Orlando Melo al lado de Álvaro Tirado, Germán Colmenares, Marco Palacios, Miguel Urrutia, Salomón Kalmanovitz, y de historiadores ingleses como Malcolm Deas, franceses como Daniel Pécaut, norteamericanos como David Bushnell y la lista que hago es más breve que una que incluya a todos los protagonistas de esa primera generación que encabezaba Jaime Jaramillo Uribe. Un gran grupo de historiadores que, especializados en temas o en épocas, contribuyeron a nuevas versiones de viejos hechos, revelaron hechos desconocidos, contribuyeron a la organización de las fuentes y formaron ya tres o cuatro generaciones de historiadores que obtuvieron sus títulos con monografías que aportaron información fresca y lecturas novedosas de cosas que ya se sabían.

Después de medio siglo de profesionalismo y calificación académica, acaso no hay en Colombia alguien más dotado que Melo para hacer un alto, para producir una síntesis. Vamos en esto. Vamos en esto, en cuanto a lo que sabemos de quienes han habitado estos territorios. También, acaso, para intentar nuevas definiciones, nuevas pautas, por el momento en términos especulativos.

El libro puede compararse a un paisaje en el que los puntos más distantes están esquematizados y no se presentan al detalle: de 120 siglos que van desde los primeros habitantes de Colombia hasta hoy, los primeros 115 ocupan 50 páginas mientras los últimos 5, desde la llegada de los españoles, se cuentan en poco más de 250.

Al final y se llega con facilidad en una lectura tan apasionante como la de una buena novela, al final, digo, el mismo Melo concluye que la mirada de conjunto a Colombia desde la independencia permite ver un desarrollo económico rápido y mejoras notables de las condiciones de vida de la población, en especial después de 1850. Esto fue obra de todos los ciudadanos: el Estado no tuvo mucho peso hasta 1920 y desde entonces su aporte principal ha sido ofrecer un ambiente estable para la inversión y la producción: una política económica tranquila y sin esfuerzos grandiosos ni esfuerzos populistas (&) Así pues, Colombia ha tenido éxito en su desarrollo económico y resultados medianos en el orden político y social y en la administración pública, pero no ha logrado establecer formas de convivencia y paz aceptables (&) Esta violencia es la gran tragedia de la sociedad colombiana del último siglo y constituye su mayor fracaso histórico.

Diccionadario

Llevo a cuestas la tarea de descifrar el mundo en el sonido de una palabra. (Wilson Pérez Uribe).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Risiceronte: rinoceronte que dice que sí y que se ríe.
Antifarras: gafas para la rumba.
Capolla: oratorio de las gallinas.
Tempanada: empanada demasiado fría.
Vampiñón: hongo en forma de vampiro.

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