Noviembre-2018, primera quincena

Apuntes, d.j.a.

México, ciudad que es un país (Pre-Textos)de Vicente Quirarte.-

Puede que sea la ciudad más grande del mundo. O casi. Casi, también, inabarcable. Ciudad de México no es fácil de querer porque es abrumadora, lugar para el ser humano en metáfora de hormiguero y hormiga. Pues esa ciudad descomunal, monstruosa si cabe, es el gran amor de Vicente Quirarte, el excelente poeta y magnífico prosista que nació, creció y vive en esta grandísima urbe.

A ella ha dedicado varios libros, el último de los cuales es una entrañable crónica sobre las crónicas de su ciudad, sobre su centro, sobre ciertos lugares como la catedral, Bellas Artes y el palacio de Chapultepec. Y uno se desliza por esa prosa suave y rotunda, sabia y entretenida, como un confortable vehículo. Aclara muy al principio que esta no es una historia ortodoxa de la capital sino una historia personal del espacio en que he vivido durante sesenta y dos años. Suma de hechos personales insertos en el pentagrama de un transcurrir más vasto: relación de la ciudad y uno de sus habitantes; y termina así su nota preliminar que titula significativamente cimientos: las palabras que siguen son las de un enamorado.

En textos de José Luis Martínez conocí la idea de que Ciudad de México es la superposición de cuatro ciudades construidas una encima de la otra: la ciudad precolombina, la ciudad colonial, la ciudad del siglo XIX y la más monstruosa, debida al monstruoso siglo XX. Leída esa observación con el lenguaje del tiempo, uno llega a estar de acuerdo con la cita que hace Quirarte de Rubén Bonifaz Nuño: lo fundado es anterior al fundador. La ciudad tiene ser real y cierto en la eternidad y el fundador viene tan solo a dar testimonio de tal existencia. Pero al dar ese testimonio, el fundador contagia con el tiempo la eternidad de lo fundado.

La entrada de la electricidad modifica dramáticamente la vida de ciudad: inventa la noche. Al respecto Reyner Banham dijo, y Quirarte lo cita, que el alumbrado público fue la mayor revolución ambiental de la historia humana desde la domesticación del fuego. Por su parte A. Álvarez, el autor de ese libro excepcional que es La noche, cuenta que los primeros y toscos intentos de iluminar calles se hicieron en el siglo XV, cuando se requirió a los habitantes acomodados que colgaran lámparas de sus ventanas. (&) No alumbraban gran cosa. (&) No eran tanto un sistema de iluminación como una especie de cartografía urbana: puntos de referencia en la oscuridad envolvente que, como luces de navegación, ayudaban al viajero a reconocer la ruta. Quirarte precisa que En México se introdujo en 1849 el alumbrado de trementina y que finalmente, en 1869, se introdujo en la capital el gas de alumbrado. El tema de la luz en las calles tiene un remate poético, por decir lo menos, cuando cuenta que la ciudad, obediente a la ordenanza del alumbrado, mantenía apagados sus 1.166 faroles ante la llegada de la luna llena.

Quirarte inventa, más que narra, el instante preciso de otra revolución urbana: la literatura mexicana registra un hecho tan nimio como trascendente: un día de 1886, una muchacha llamada Marie, de profesión costurera especializada (&), ocupa con sus tacones musicales la calle de Plateros. (&) Desde la puerta de La Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club hay cinco cuadras, 825 pasos cuya importancia histórica reside en que, por primera vez en la historia mexicana, se habla del caminar de una mujer sola, capaz de defenderse de los peligros de la calle. Antes de ese día trascendental, las mujeres que reinan en la familia Quirarte cita a un autor del siglo XIX, Francisco Zarco, que seducen en la tertulia, que fascinan en el baile parecen hallarse entorpecidas en la calle. Las que van solas, o son de edad avanzada, o esposas o viudas. Las niñas necesitan compañía; para las demás, la calle es una región extraña. Habría que esperar la revolución de las costumbres que ocurrió alrededor de 1920 y 1930, para que mujeres excepcionales como Nahui Ollin, Tina Modotti, Clementina Otero, Frida Kahlo, Antonieta Rivas Mercado y hay otras pocas más produzcan una revolución en el rol de las mujeres. Dice Quirarte: en la relación de la mujer con la ciudad, preposiciones y conjunciones lo modifican todo: la mujer de la calle, la mujer en la calle, la mujer con la calle, la mujer y la calle.

La ciudad, ésta tan grande, como todas las aldeas del mundo, cambia con los días. Ésta, enorme, se transforma derogando recuerdos. Todo está dicho en un poema de Pacheco que Quirarte cita:
Nada quedó.
También en la memoria
las ruinas dejan sitio
a nuevas ruinas.

Poemas del cuerpo (Pre-Textos)de Alejandro Oliveros.-

Excepcional ensayista, excelente traductor, acaso esos roles luminosos de Alejandro Oliveros han ocultado su condición de poeta. Después de diez libros publicados, Pre-Textos editó Poemas del cuerpo, cuya primera parte responde al título y la segunda es un prodigio de relaciones con grandes tradiciones poéticas latina, griega, china y etcétera: y todo con un sello muy personal y un dominio del medio poético de verdadero maestro.

INSTANTE
¿Qué he hecho, dios mío,
para merecer la belleza
de esta luz que se extiende,
con su música de geranios,
frente a mis ojos?
¿Qué he hecho en esta vida
o en la otra, para que el azul
de tu cielo me acoja,
como la copa del mango
acoge al azulejo?
Alejandro Oliveros

EL CUERPO Y SU DOBLE
Existen cuerpos que sólo se encuentran
en otro cuerpo. Fueron hechos como
las estrellas y el cielo, sin pausa,
y no caben en una bóveda extraña.
No importa dónde los lleve la vida,
son palmeras aisladas, aspirando
su propia arena en el horizonte.
Son presencias reales, escrituras de piel
y dedos, cabellos y piernas.
Si los dejan de su cuenta,
solos, entre el jardín y la seda, vemos
cómo se aproximan, se atraen, y en poco
tiempo, se hacen uno y desaparecen.
                   Alejandro Oliveros

Diccionadario

¿Qué fue aquello que les deformó las caras? Las palabras demasiado grandes. (Stanislaw Jerzy Lec).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Refinado: dos veces muerto.
Treparar: alistarse subiendo.
Sosaína: droga aburrida.
Pocaína: droga escasa.
Capariciones: fantasmas emasculadores.

 

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«Darío, qué buena noticia la de ese libro de Schwob. Es uno de mis escritores queridos». Verónica Zondek.

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