Mayo-2019, segunda quincena

Apuntes, d.j.a.

Yo soy una antología (136 autores ficticios), de Fernando Pessoa.- 

Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) es, ante todo, un inmenso poeta. Más: Pessoa es, ante todo, varios inmensos poetas, cuatro y medio inmensos poetas: Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, el propio Fernando Pessoa y el otro medio es escribe Pessoa mi semiheterónimo Bernardo Soares. (&) es mi semiheterónimo porque, sin que la personalidad sea mía, no es diferente de la mía, sino una simple mutilación de ella. Soy yo sin el raciocinio y la afectividad. Cuatro y medio.

Pessoa alcanzó a publicar poco y dejó mucho escrito. Treinta mil folios. Y, con lo gran poeta que es, Portugal lo convirtió con razón en su poeta y revivió su presencia en Lisboa, donde es penetrante y clara. En suma, esas páginas, treinta mil, y ese fervor se han convertido en un fertilísimo campo para un grupo grande de conocedores, investigadores bien patrocinados que leen y releen esas treinta mil páginas, arman y rearman el rompecabezas que es Pessoa, formulan teorías sobre la invención de la obra por quien la lee y con más razón la invención de quien la lee para editarlo.

Pessoa no es sólo Pessoa y sus tres y medio heterónimos sino que es un conjunto de más de cien individuos, en total ciento treinta y seis individuos con sus nombres, su firma (inventadas las 136 rúbricas por el grafólogo que fue Pessoa), sus experticias y hasta un asomo de biografía. Alguien que usa mi nombre intentó hacer lo mismo con los otros-yoes de León de Greiff y fracasó en el intento porque a veces hay alguno que tiene varios nombres y porque otras veces, incluso, pasa lo contrario y un mismo nombre es usado por dos individuos distintos. Ahora, con mucho más tino, Jerónimo Pizarro y Patricio Ferrari, dos superespecialistas en el lisboeta, presentan esta antología de textos escritos por 136 individuos distintos (todos con su personalísima firma) que se valieron de la mano de Pessoa para tomar existencia.

El mismísimo Fernando Pessoa hizo la distinción entre heterónimos y pseudónimos. Su explicación está en un texto titulado Tabla bibliográfica, en el que se refiere a él mismo en tercera persona así: la obra que Fernando Pessoa escribe pertenece a dos categorías de obras, a las que podemos llamar ortónimas y heterónimas. No se podría decir que son autónimas y pseudónimas, pues en realidad no lo son. La obra pseudónima es del autor en sí, salvo en el nombre que firma; la heterónima es del autor fuera de sí, es de una individualidad completa fabricada por él, como lo serían formas de expresión de cualquier personaje en cualquiera de sus dramas. Las obras heterónimas de Fernando Pessoa son hechas por, hasta el momento, tres nombres: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Se debe considerar estas individualidades como distintas de la de su autor. (&) Que estas individualidades sean más o menos tan reales como el mismísimo Fernando Pessoa es un problema metafísico, que este último, ausente del secreto de los Dioses, e ignorando por lo tanto lo que sea realidad, nunca podrá resolver. Hasta aquí Pessoa.

Los pseudónimos son menos elaborados que los heterónimos pero se las arreglan para tener rasgos distintivos que les imprimen una individualidad. Hay un grupo de mujeres. No todos son portugueses. Hay francófonos y anglófonos que escriben en el mismo idioma que conversan. De repente hay familiares primos, padres& en el lote de los pseudónimos. En fin, hay de todo.

Pizarro y Ferrari hurgaron con minuciosidad los treinta mil folios y el resultado es esta antología donde figuran textos centrales de la obra pessoana (nunca he guardado rebaños&), historias, charadas, cartas, listas, narraciones, poemas, más listas, intempestivos aforismos perfectos (la vida es un mal digno de ser gozado) y también sorprendentes prosas satíricas, como Francia en 1950, firmado por Jean Seul de Méluret, que aparece en 1907 y que habría de Pessoa dixit escribir en francés poesía y sátira, u obras científicas con un propósito satírico y moral. Para Pizarro y Ferrari Francia en 1950 pretende situar al lector en otro mundo deformado, exagerado, grotesco, de valores invertidos que haría más nítidos ciertos aspectos decadentes de Occidente, en especial de la cultura francesa a comienzos del siglo XX. Trascribo el fragmento que figura en esta antología:

Francia en 1950.- El otro día estuve viendo un colegio de muchachas. El nombre del colegio es Instituto sin Himen. Fue fundado, me dijeron, por una benemérita que había tenido catorce mil amantes y que murió, según parece, por su dedicación.

Las jóvenes muchachas de ese internado son muy bien educadas. Aprenden el mayor número de vicios posibles, ¡y es realmente encantador ver con qué facilidad las queridísimas niñatas los aprenden!

Los castigos es cierto no son muy suaves; por ejemplo, ¡una pequeña niña que gritó un poco porque otra la sometió a cierto acto de sadismo fue condenada por un consejo de profesores a no tener sino tres amantes hombres y seis amantes mujeres, y a usar un atuendo de manera que no dejara entrever sino la parte superior del cuerpo! ¡Es horrible!

Otra fue castigada. Estos castigos despertaron gran indignación pública y hubo una huelga de los empleados del correo.

La Sra. Jeretive Jaudasamier fue encarcelada porque, según se dijo, cometió el crimen de pudor, al haberse, dijeron, enrojecido ligeramente a causa de un hombre y cinco mujeres que estaban acostados sobre el adoquín. Ella negó su crimen.

La señorita X fue condenada a cuatro días de castidad por haberse rehusado, se dijo, a entregarse a sus dos hijos menores al mismo tiempo.

El señor XX fue ante el tribunal porque, después de dos días, no continuó violando a su hija.

El señor y la señora XXX fueron condenados a no darse sino besos durante una hora y media por haber cometido la perversión de hacer el acto sexual a la antigua. A su salida del tribunal, la gente se manifestó con mucha violencia y se oyó que les gritaban palabras tales como gente virtuosa e incluso, con la vergüenza que produce escribirlo, pudorosos.

El crimen, según dicen, ha disminuido mucho; no se ha constatado un crimen sino sólo un caso de atentado a la indecencia.

                           Fernando Pessoa

Lady Susan (Nórdica Libros), de Jane Austen.- 

Jane Austen (Steventon, Inglaterra, 1775- Winchester, 1817) es una de las más notables novelistas del siglo XIX inglés. Su mundo es, principalmente, el de la burguesía rural de su tiempo, gente culta, desocupada, más o menos rica e inventora de una forma de ser que la misma Austen ayudó a conocer y a legitimar con su prosa narrativa envolvente, algo irónica y siempre deliciosa. Lady Susan es una breve novela epistolar que narra las andanzas de una dama, la misma que le da título a la narración, que parece diseñada como una mala de telenovela: intrigante, mentirosa, egoísta, seductora y como es propio de este tipo de personaje que no puede serlo del todo un tris puta.

Uno se devora la traducción de Carme Camps, puede detenerse en las formidables ilustraciones de Javier Olivares, mientras sigue el suspenso que tan magistralmente maneja la señora Austen. El género epistolar se presta para esa construcción, paso a paso, mejor, carta a carta, en que uno no sabe si al final triunfarán las maquinaciones de Lady Susan, capaz hasta de sacrificar a una hija que no quiere, o si el buen sentido de estos buenos aristócratas se impondrá finalmente. No se los voy a contar. Lo dejo a quienes dediquen el corto tiempo que supone la lectura de esta breve y magníficamente bien contada historia.

Diccionadario

La primera víctima de una guerra es la verdad. La primera palabra de paz, el mito. (José Mateos).

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):

Régimen: gimen dos veces.
Croacia: país donde croan.
Lucrania: lugar para negociar.
Tragicante: que comercia con la tragedia.
Poseidón: Dios griego que era pura pose y tenía un solo don. Pose y don.

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De nuestros lectores.-

«Gracias, estimados Gozar Leyendo: las notas son maravillosas. Darío Jaramillo Agudelo nos anima cada vez más a encontrarnos en estas líneas. Cada encuentro nos adentra en los libros que queremos salir a releer o a buscar por primera vez. Sus palabras nos motivan a buscar las entrelíneas que descifran una vida, una historia, un relato que viaja desde lo vertiginoso del instante hasta la memoria que no llega a olvido. El libro de Eliade convoca a ese viaje. De Rilke toda página será siempre un grato regalo del fervor de un poeta que entró en la música de la poesía. Piedras de colores apenas es el comienzo de un diálogo con Stifter que no teníamos. Diálogo que celebramos porque toda huella que pudo dejar en un siglo XIX, tan singular en Alemania, ya nos abre un camino de otras páginas. Pre-Textos vence el umbral del olvido de un autor que será necesario encontrar. Nuevamente gracias». José Vásquez.

«Darío: sí, Rilke sabía de qué hablaba cuando concilió e integró su mundo interior con este cielo serrano en el que habitó, custodiado por cumbres nada borrascosas. Gracias». Ignacio Herrera.

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