Julio-2019, segunda quincena

Apuntes, d.j.a.

El infiel y el profesor (Arpa), de Dennis C. Rasmussen.-

El título completo de este libro es El infiel y el profesor, David Hume y Adam Smith, la amistad que forjó el pensamiento moderno. El autor es actualmente profesor de la Universidad de Tufts en Massachusetts, quien define en el prefacio la materia de este apasionante y entretenido libro: a David Hume se le suele considerar el filósofo más importante en lengua inglesa, y Adam Smith es, casi con total seguridad, el teórico económico más famoso de la historia. Curiosamente ambos fueron amigos íntimos durante gran parte de su vida adulta. Este libro trata su amistad desde que se conocieron en 1749 hasta que Hume falleció, más de un cuarto de siglo después. Además, analiza cómo fue su relación personal y qué influencia ejerció en las opiniones de cada uno.

Por muchos siglos, Escocia era un lugar pobre donde habitaba gente mucho más pobre que esa tierra. Gente ignorante. En cierto momento, entre los siglos XVI y XVII, hubo grandes cambios que propiciaron que apareciera un excepcional grupo de sabios comparable al siglo de Pericles o al Renacimiento italiano. Fue la Ilustración escocesa, en la que se destacan, entre otros, James Watt el inventor de la máquina de vapor, James Hutton el iniciador de la geología moderna y los dos protagonistas de este libro, íntimos amigos entre sí, David Hume y Adam Smith.

David Hume (Edimburgo, 1711-1776), según Rasmussen, se halla entre los filósofos más queridos, alguien aclamado por su carácter afable, su lucidez y por una visión del mundo inquebrantable, si bien de lo más humana. (&). Durante su vida, Hume también fue objeto de adoración de prácticamente todo aquél que le conoció. Gozaba de una alta consideración entre los intelectuales de Edimburgo, incluyendo los pastores presbiterianos, y la alta sociedad parisina lo nombró de forma honorífica le bon David. Sin embargo, fuera de estos círculos relativamente reducidos, las opiniones polémicas de Hume le valieron muchos detractores acérrimos. En 1764, comentó a un amigo lo siguiente: si anoche me hubiera roto el cuello, creo que costaría hallar un inglés entre cincuenta que no se alegrara al enterarse.

Hume fue niño prodigio. A los diez años de edad ingresó a la universidad de Edimburgo, pero rápidamente se aburrió porque sabía más que los maestros. Dijo que no hay nada que se pueda aprender de un catedrático que no se encuentre en los libros. No veo por qué deberíamos ir sí o sí a la universidad, o siquiera preocuparnos por la erudición o la categoría de un catedrático. Esto le valió que nunca tuvo los títulos para llevar una carrera académica.

Además, en una sociedad en que el puritanismo tenía poder civil para perseguir a los no creyentes, él no ocultó su indiferencia religiosa. Sin embargo, no le aconsejaba a nadie la franqueza que él había asumido. En 1764 un amigo le pidió consejo acerca del caso de un joven pastor cuya fe religiosa empezaba a tambalearse, y que estaba pensando en abandonar la confesión. Hume le aconsejó que no lo hiciera. (&) Preguntado por la conciencia del jovenzuelo, Hume respondió con sarcasmo: cuidarse de ser sincero con la gente vulgar y con sus supersticiones sería tenerles en demasiada consideración. (&) Desearía que todavía estuviera en mis manos ser un hipócrita en ese aspecto. Las convenciones sociales suelen requerirlo, y la confesión eclesiástica no hace sino acentuar un poco el camuflaje o, mejor dicho, la simulación inocente sin la cual no se puede vivir. 

A los veintisiete años publicó su primer libro, el Tratado sobre la naturaleza humana. A los treinta y uno, se editaron sus Ensayos. Cuando tenía treinta y nueve apareció su Investigación sobre los principios de la moral. En otras palabras, antes de los cuarenta ya estaban publicados los libros que le darían su enorme prestigio. Más tarde publicaría su Historia de Inglaterra que, además, le dio dinero.

Pero nunca tuvo una profesión definida. A los treinta y seis, en una carta escribe que ya era demasiado mayor para emprender la carrera de derecho o entrar en el ejército; consideraba engorrosa la idea de ser tutor y acompañar a su discípulo en sus viajes; pensaba que los cargos políticos eran demasiado inseguros, sería un mal cortesano; y, como le dijo a Home abiertamente: aborrezco la Iglesia. Por lo tanto, tras muchos titubeos, vio claro que tenía pocas opciones aparte de continuar siendo un pobre filósofo para siempre. Al respecto, le escribió a un amigo: leer, pasear, gandulear y dormitar, actividades a las que yo llamo meditar, me aportan la felicidad suprema.

Hume pensaba que la única base sólida del conocimiento sobre los seres humanos y el mundo a nuestro alrededor se encuentra en la experiencia y en la observación y que la moral no emana de una fuente trascendente sino de sentimientos humanos comunes y, en especial, de nuestro sentido de aprobación y desaprobación. (&) Para Hume, la moral es simple y llanamente esto: una convención humana verdaderamente práctica con un único objetivo, mejorar la vida de la gente.

Adam Smith (Kirkcaldy, 1723-Edimburgo, 1790) era doce años menor que Hume. Y mientras éste pasaba por ser un hombre sociable, simpático y muy seductor con todo el mundo, la fama de Smith era de tímido, ausente y retraído. También al contrario de Hume, Smith fue brillante alumno y acreditado profesor universitario; y, siendo escéptico en materia religiosa, nunca exhibió esa discrepancia con su medio. Aun siendo brillante alumno, se identificaba con su amigo en el juicio sobre los maestros universitarios. Estando en Oxford dijo que sus profesores habían renunciado por completo a fingir que estaban enseñando. Y en una carta de 1740 escribió: si alguien enferma en Oxford por un exceso de estudio, será culpa suya, dado que no hay más obligaciones que rezar dos veces al día e ir a clases dos veces por semana.

Fue también en Oxford, con veintitrés años de edad, cuando Smith escribió su primer libro, calificado como brillante por Rasmussen, Los principios que rigen las investigaciones filosóficas. Con veintinueve años ocupó la cátedra de filosofía moral en Glasgow, donde alcanzó fama de brillante profesor; allí fue profesor de James Boswell. Viviendo Hume en Edimburgo y Smith en Glasgow, se volvieron muy amigos y se hizo patente la influencia del pensamiento del primero en el segundo. Escribe Rasmussen que muchos de los argumentos de Hume son la antesala de la obra maestra de Smith: que la verdadera fuente de riqueza de una nación no es el oro, la plata o el balance comercial positivo, sino la productividad de la ciudadanía (&); que el libre cambio beneficia a todas las partes (&) que los mercados libres también se benefician unos de otros a escala internacional; y que es imposible lograr la prosperidad arruinando a los países adyacentes.

A sus treinta y cinco años, Adam Smith publicó La teoría de los sentimientos morales, bajo la influencia directa de los postulados de Hume sobre la moral. Para Smith, el motivo por el que la mayoría de la gente ansía riqueza y poder es que simpatizamos por instinto con el estilo de vida de ricos y poderosos palacios espléndidos, carruajes lujosos e incontables criados, y colegimos que estas cosas les hacen sumamente felices. Si reflexionáramos un momento, nos convenceríamos de que no es así, que el poder y la riqueza son futilezas al lado de la auténtica felicidad y que, en realidad, dejan a quien las posee igual de expuesto que antes, o a veces incluso más, a la ansiedad, el miedo y el dolor; por no hablar de las enfermedades, los peligros y la muerte. Son palabras del padre del capitalismo.

La obra de Smith que tuvo, tiene, más ecos, es La riqueza de las naciones, en la cual explica los orígenes del capitalismo y predica el libre cambio como fórmula para la prosperidad económica: es el momento de terminar este comentario, contando que el gran adalid del libre cambio, Adam Smith, era hijo de un empleado de aduanas. En 1778 se fue a vivir a Edimburgo, se mudó porque consiguió un nuevo trabajo. Para diversión y consternación de las generaciones futuras, después de publicar La riqueza de las naciones Smith fue agente de aduanas durante una década. Es decir, el gran adalid del libre cambio aceptó una tarea repetitiva cobrando aranceles para el gobierno de su majestad. Es más, él mismo solicitó el puesto. 

En fin: éste es un magnífico libro, claro y profundo a la vez, sobre los, acaso, dos más importantes pensadores anglófonos de la historia.

Diccionadario

«Las palabras te miran: no te nombran. Jaime Siles.

Tomado de Diccionadario (Editorial Pre-Textos):
Pescoba: escoba para pescar.
Hababana: lugar donde se conversa mucho.
Casalto: robo a una casa.
Rataque: agresión de roedores.

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