Agosto-2021, primera quincena

Apuntes, d.j.a.

Mrs. Cecil Chesterton, Los Chestertons, (Renacimiento).-

Fleet street.- Mrs. Ada Elisabeth Jones (Reino Unido, 1888-1962), también conocida como Mrs. Cecil Chesterton, fue una periodista y escritora que, como tantos otros, surgió para la literatura en la legendaria zona londinense de Fleet Street donde quedaban los más de siete diarios y los numerosos semanarios que entonces aparecían en esa ciudad. Era un ambiente pluralista, bohemio y libérrimo en el que actuaban tipos como Hilaire Belloc, George Bernard Shaw, H. G. Wells, entre muchos que serían celebridades pasando el tiempo. Fue allí donde Ada conoció a los hermanos Cecil (su futuro marido) y Gilbert K. Chesterton: ellos demostraron en el movimiento, el humor y la humanidad de Fleet Street, la infinita variedad de su camaradería, de sus cerebros privilegiados y de su habilidad polemista. Fue un período masculino de pensar duro y beber de firme, una recrudescencia de la Old Grub Street, con G. K. como figura señera. Era pródigo de su ingenio. Era murmullo en las tabernas y bares, cascada en los restaurantes de Soho, e inundación en las salas de reunión de las Iglesias libres y de las casas pequeñas en medio de la gente sencilla. (&) En aquellos primeros años Gilbert escribió la mayoría de sus artículos en Fleet Street. Todavía no tenía un lugar de trabajo fijo, y se le podía encontrar en un bar conocido, cubriendo página tras página, completamente olvidado de lo que le rodeaba, pero siempre con un vaso sobre la mesa, lleno de su borgoña favorito. Tanto él como Cecil tenían un extraño poder de concentración. Podía escribir en cualquier sitio y en todas partes, en los autobuses, en el tren, hasta en los salones de té cuando era menester.

libro Luna

La primera lección ideal en un taller de escritura.- Hay una historia de la época de Fleet Street que, por sí sola, se convierte en la primera lección ideal en un taller de escritura. Está claro que había estrellas en aquel agitado mundo. Pero lo principal es que era la puerta de entrada para quien quisiera convertirse en un escritor reconocido. El protagonista de esta historia se llamaba T. H. Crosland:

T. H. Crosland, recién lanzado a su lucha por lograr el éxito, hubo de sostener antes una dura batalla para conseguir el simple sustento. Vino a Londres del norte, sin un penique, pero con recia decisión, e hizo todo el camino a pie con su esposa, empujando el cochecillo en que iba su hijo. Su primer trabajo fue la descripción de gran número de establecimientos y tiendas, con destino al texto de diversas guías comerciales. El iniciador de tales guías dividía Londres en distrito y encargaba uno de ellos a Crosland, quien lo recorría entrevistándose con sus magnates carniceros, merceros& ninguno era demasiado pequeño para él. Crosland escribía luego una descripción del establecimiento, y el dueño de éste compraba veinte o treinta ejemplares de la guía, impresionado por la descripción de su negocio. Cobraba Crosland por este trabajo a razón de dos chelines y medio por cada mil palabras, y solía trabajar días y noches enteros en ello. Recuerdo que una vez le pregunté cómo podía soportar la irritación de crear tan vil literatura, y me respondió: Únicamente porque procuro escribirla todo lo bien que es humanamente posible.

Pionera del periodismo gonzo.- El principal interés de este libro, ya está visto, es lo que nos puede contar del G. K. Chesterton primero sólo su amigo, después también su cuñado familiar y doméstico. Pero no es lo único que cosecha el lector. Aquí uno descubre, por ejemplo, que si no fue la primera persona en hacerlo, Ada es una de las primeras periodistas que se le ocurrió hacer lo que ahora se llama periodismo gonzo: alrededor de 1925, se me ocurrió un proyecto: convertirme de la noche a la mañana en una mujer sin hogar, con todo lo que esto implica, y descubrir por mí misma la verdad del caso. Entonces estaba yo trabajando para el Sunday Express y al día siguiente decidí poner en ejecución mi plan. El director consintió y nos arreglamos para que durante una quincena yo abandonase mi hogar, sin llevarme ningún penique en el bolsillo, que viviese de lo que pudiese mendigar o ganar, y estipulamos que no volvería al Cottage hasta que terminase el tiempo de la prueba. (&) Nunca he conocido el tedio; nunca he tenido el tiempo necesario para llevar a cabo todos mis proyectos. Pero de todos mis trabajos, creo que la primera noche que pasé en plan de derrotada en la lucha por la vida, fue la más vital y la más reveladora. Es un extraño experimento el desprendernos de nuestros hábitos, de nuestra identidad, vestidos y costumbres, y sin protector y social cobijo hundirnos en lo nuevo. Durante aquella quincena descendí a las profundidades de la penuria y del hambre, dormí en camas repugnantes, conocí a ladrones y prostitutas, a mujeres trabajadoras y respetables, muy valerosas, cuyo solo crimen era la pobreza. Conocí a muchachas completamente destrozadas, con lozanía todavía en las mejillas a pesar de que la esperanza había muerto en sus corazones. Tuve que andar por las calles cuando no pude obtener una cama, pues encontré que había muy pocas camas para las sin hogar, y vagabundeé de un lado para otro, hasta que estuve atontada de caminar y mis vestidos empapados se pegaban a mi cansado cuerpo. Estaba mareada de andar, mareada de hambre y no podía mirar a la cara a un ser humano bien alimentado.

Además de la innovación en las técnicas del reportaje, el disfraz, estos textos de Ada Jones dieron golpe, se reunieron en libro En el oscuro Londres y, además, significaron la identificación de un problema y la aparición de una solución: en 1927 los ideales se tradujeron en ladrillos y en mortero, y abrimos la primera de nuestras casas de alojamiento para mujeres sin techo, las Cecil Houses.

¿Qué cuenta de Chesterton?- Además de la anécdota sobre el periodismo gonzo, este libro es particularmente interesante para los entusiastas de G. K. Chesterton. Él y Cecil Chesterton se adoraban. Y podían pasar horas y horas discutiendo: la discusión de una idea borraba todas las consideraciones materiales. Nunca se interrumpían el uno al otro, jamás se elevaban sus voces, ni había toque alguno de recriminación ni el menor indicio de rudeza. Ellos continuaban solamente el duelo de palabras con tal deleite y tal brillantez, que los maravillados y desconcertados espectadores estaban hipnotizados. Más adelante dice que sobre un punto los dos hermanos eran extrañamente iguales. Ninguno de los dos tenía sentido del valor del dinero. Gilbert no era afecto a los bancos y decía que el mejor lugar para guardar el dinero era bajo un tablero del suelo o en el tejado, como suelen hacerlo los aldeanos. Desechando tales métodos, se atestaba los bolsillos de cheques, billetes, pagarés, oro (cuando lo tenía), plata y calderilla. Los cheques se le pasaban, se estropeaban, los billetes se arrugaban como las hojas en otoño, y el dinero en efectivo desaparecía como por magia. A menudo se encontraba sin un céntimo, y entonces escribía de prisa un artículo o una historia para volver a llenar el bolsillo.

El mayor de los Chestertons, el que sería famoso, Gilbert, le tenía miedo a la muerte, odiaba toda clase de ejercicio, tenía afición a los abrigos teatrales y a los sombreros de anchas alas y a esgrimir bastones de estoque, no tenía más sentido del vestir que un rodillo de vapor. También cuenta que, para escribir, Gilbert prefirió toda su vida una habitación pequeña a una grande (&). Nunca estaba tan contento como cuando su holgada figura se encontraba en una habitación angosta. Y cuando estaba en un debate, en una mesa de café, en un sitio público, Chesterton era el centro, el rey, el más gracioso, el más brillante. Pero&

Pero cuando se casó con Frances las cosas cambiaron. Ella odiaba a Fleet Street con helada aversión, no mitigada por el meteórico éxito periodístico de su marido o las alabanzas incesantes tributadas a su labor (&). Todo en el ambiente de Fleet Street la fastidiaba: los bares, las tabernas, los mítines arbitrarios, las extrañas asociaciones; la charla perpetua y sin fin sobre si el mar está enfurecido y sobre si los cerdos tienen alas; la escasez de dinero, la extravagancia, la extraña camaradería&, las cosas generosas e inmortales que forman el mundo de Fleet Street, no encontraba eco en el tabernáculo de piedra.

En consecuencia, Frances se llevó a su marido a vivir a Beaconsfield y las apariciones de Gilbert en su entorno natural, en Fleet Street, se volvieron solo casuales y casi siempre breves. La autora de Los Chestertons considera que este cambio influyó desfavorablemente en G. K.: Gilbert siguió siendo siempre un adolescente, pero su inquieta imaginación no estuvo nunca embotada hasta que la barrera de Beaconsfield lo separó de sus semejantes en mentalidad y de sus amigos. Después que se cerró la puerta, durante años se quedó recluido en sí mismo. Esto hizo más difícil el excitar sus facultades para la lucha.

Quedó aislado porque odiaba el teléfono y no le gustaba usarlo; cuando lo llamaban por ese medio, la persona que contestaba respondía invariablemente que no podía en aquel momento molestar al señor. Los únicos que lograron pasar la barrera porque fueron recibidos cuando lo visitaban personalmente fueron Hilaire Belloc y H. G. Wells.

Este aislamiento no fue todo: no había sido solamente Fleet Street lo que Gilbert había sacrificado. Frances, con toda razón y franqueza, indicó la conveniencia de reservar una cantidad fija para los gastos de la casa, y en vista de la manera caótica como Gilbert solía manejar el dinero, sugirió que ella se encargaría de todos los cobros y pagos y sería la responsable de la liquidación de las cuentas. Gilbert accedió como un pajarito, alegremente firmó los documentos necesarios para el Banco y comprendió que había abandonado todos sus derechos sobre lo que ganaba y que era un pensionista de su propia generosidad.

Este mismo cuento se puede resumir en la patética frase con que Cecil, su hermano, se lo contó a su esposa, la autora de este libro: piensa por un momento que ni aun puede obsequiar a Frances, ni siquiera comprarle un ramito de violetas, sin pedirle el dinero.

Diccionadario

Dios es la palabra, dice la Biblia. Él se luce con la palabra. A los demás seres nos queda grande la palabra. Mejor callarse.

Tomado de Diccionadario (Pre-Textos):

Ajidrez: juego picante.
Algoritmo: una pizca de ritmo.
Especjo: sirve para reflejar espectros.

Avisos y noticias

FILBo Digital.- Los invitamos a disfrutar de estos eventos sobre nuestros libros en la FILBo Digital:

Habitar
Jean-Marc Besse en conversación con Andrés Vélez Posada
Miércoles 18 de agosto, 11:00 a.m.
https://feriadellibro.com/es/salaecopetrol/sala-c
En su libro Habitar, Jean-Marc Besse nos invita a redescubrir el significado de ese verbo. Y para ello sugiere que debemos alejarnos de la arquitectura y concentrarnos en los gestos, las decisiones, los hábitos, los lugares, los momentos y los recuerdos por los cuales sentimos que habitamos el mundo y que el mundo es nuestro. Habitar es, en ese sentido, no solo construir y tomar posesión de una morada, sino también edificar un mundo y una sociedad mejor. ¿Habrá una pregunta más urgente en un momento como el actual?
En alianza con el Consejo Profesional Nacional de Arquitectura y sus Profesiones Auxiliares (CPNAA).

En el bicentenario de Charles Baudelaire
Aurélia Cervoni en conversación con Juan Zapata
Domingo 22 de agosto, 11:00 a.m. https://feriadellibro.com/es/salaecopetrol/sala-a
A todos aquellos que tienen una alta concepción de sí mismos, Baudelaire los irrita, los incomoda, los enfurece. Y con justa razón, pues no era otro el efecto que el poeta deseaba provocar en su hipócrita lector. Hay en Las flores del mal, en ese retrato repulsivo con el que pone en evidencia la miseria social y espiritual de su siglo, un feroz requisitorio contra una sociedad infatuada de sí misma, una mayéutica de la violencia que castiga todos esos discursos filantrópicos con los que se engalana la voracidad insaciable de los hombres. Pero Baudelaire es también el poeta que lanza una luz mágica y sobrenatural en la oscuridad natural de las cosas. De ese Mal que considera irremediable, de ese mundo en ruinas al que iluminaba en sus poemas, la secretaria de redacción de LAnnée Baudelaire y coeditora de Le Spleen de Paris disertará con el profesor y traductor colombiano Juan Zapata.

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De nuestros lectores.-

Qué belleza de trabajo. Me encantó. Gracias Poeta. Lo voy a reenviar. Todo mi afecto.
Nidia Hernández.

Leo cada entrega de sus boletines y todos me gustan, pero en especial este de Erasmo, gracias por su buen y grato trabajo. Mis hijos, a quienes se los comparto, también se deleitan con él. Espero haya tenido un feliz cumpleaños, mis deseos por que sean muchos más con salud y las mejores cosas de la vida. Lo recuerdo con mucho cariño!.
Luz Alba Gómez.

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