Septiembre-2021, segunda quincena

Apuntes, d.j.a.

James Boswell, Diario de un viaje a las Hébridas (Pre-Textos).-

Dos libros paralelos y para leerlos.- La pasada quincena, Gozar Leyendo # 154 estuvo dedicado al relato del Viaje a las Islas Occidentales de Escocia de Samuel Johnson (ver espichando aquí), viaje que realizó en 1773 en compañía de James Boswell. Pues bien, un año después de la muerte del doctor Johnson, Boswell publicó este Diario, cuya traducción debemos al poeta Antonio Rivero Taravillo. Y si las circunstancias son las mismas y las viven juntos, se trata de dos libros muy distintos, principalmente porque el tema de Johnson es Escocia mientras que el tema de Boswell es Johnson. Explícitamente, ese es su tema. En cierto momento anuncia su próxima obra, ni más ni menos que su Vida de Samuel Johnson, que termina años después y que se publicaría en 1791. De algún modo, este Diario prefigura esa biografía.

libro Luna

Por años, Boswell tomó nota de todo lo que decía Johnson. Pero antes en sus viajes conoció a Voltaire, a Rousseau, a sus dos paisanos más ilustres, Hume y Adam Smith. Y visitó a Kant, de lo que quedó James Boswell visita al profesor Kant (ver Gozar Leyendo # 99 espichando aquí). En este diario el mismo Boswell se refiere a sus ganas de conocer celebridades: permítaseme dejar constancia de una breve defensa de esa propensión en mi carácter (&). Me ha causado gran felicidad. Hasta donde me conozco, no es más que un vivo deseo de disfrutar la compañía de los hombres distinguidos por su rango o sus talentos, y la diligencia en obtener lo que deseo.

Boswell habla de Johnson.- James Boswell (1740-1795) era amigo de Johnson desde hacía más de diez años y le tenía un afecto, más, una veneración que se traducía, para este viaje, en lealtad absoluta y en unos deseos sinceros de que su maestro la pasara muy bien en cada momento. Todo este libro es un retrato de Johnson, pero muy al principio dedica varios párrafos al tema. Y comienza con su religiosidad para decir enseguida que era austero en sus gustos, difícil de complacer, y alguien que resultaba fácil de ofender, impetuoso y de humor irascible, pero de corazón benevolente y humanísimo; su mente atesoraba una vasta y variada colección de sabiduría y conocimiento, que comunicaba con desusada claridad y fuerza, mediante una expresión rica y escogida. Unía a una cabeza muy lógica una fértil imaginación, lo que le otorgaba una extraordinaria ventaja al argumentar; pues sabía razonar de forma precisa o general, según le pareciera mejor en cada ocasión (&). Era consciente de su superioridad. Le encantaba la alabanza cuando le llegaba, pero era demasiado orgulloso como para buscarla. En modo alguno era susceptible a las lisonjas (&). Poseía una melancolía constitucional, cuyas nubes oscurecían el brillo de su imaginación y daban un aspecto lúgubre al rumbo de su pensamiento; aunque por más que fuera grave o terrible su conducta, cuando le parecía necesario o apropiado frecuentemente se concedía la jocosidad y las ocurrencias juguetonas (&) Tenía un vozarrón, y deliberadamente se expresaba despacio, algo que sin duda concedía un peso adicional al alto nivel de su conversación (&). Su físico era enorme, robusto, podría decir que próximo a lo gigantesco, y difícil de manejar debido a su corpulencia (&). Gastaba ropas sencillas de color parduzco, con abotonaduras de pelo entretejido del mismo color, una gran y tupida peluca grisácea, una sencilla camisa, medias negras de estambre y hebillas de plata.

Tenía la costumbre de no beber más que agua. Poco viajero, detestaba navegar: estar en un barco
decía es estar en una cárcel con la posibilidad de acabar ahogado. Pero sabía disfrazar su miedo con chistes demoledores, como cuando dice que no queda vivo ningún literato francés por el que cruzara el mar para visitarlo. Demasiado deferente con los aristócratas, también con los ricos, sin embargo llega a comentar que si fuera un jefe haría que mis sirvientes vistieran mejor que yo.

A lo largo del libro, Boswell va añadiendo rasgos de este retrato en profundidad: era alegre, atento e instructivo; era caritativo con los pobres; y cuántas horas agradables he pasado con él.

Por el diario de Boswell uno puede seguir ante todo lo que dice el sabio; y también puede seguir la logística del viaje, las cartas que enviaba y recibía con quienes eran sus anfitriones en cada parte, el manejo de una estrella que sabe que es una estrella. Y que, como muchas estrellas, pueden comportarse como niños caprichosos.

Johnson habla de política, de Escocia, de la gente.- Según Boswell, Johnson se permitía contemplar como bárbaras todas las naciones excepto la suya. Y arguye: a Escocia sin embargo se aventuró a ir; y regresó de ella con un humor magnífico, muy aminorados sus prejuicios, y con sentimientos muy agradecidos de la hospitalidad con la que fue tratado; como es evidente en esa obra admirable, su Viaje a las Islas Occidentales de Escocia, la cual, para mi total asombro, ha sido malinterpretada, hasta el rencor, por muchos de mis compatriotas.

Aquí debo aclarar que, por su parte, Johnson llegó a ser despiadado con Escocia y con algunos de los más conspicuos escoceses, como Hume, el filósofo: un hombre que tiene tanto engreimiento como para decir a toda la humanidad que ha estado engañada durante mucho tiempo, y que él es el listo que ve mejor que toda ella.

Johnson, que vivió el siglo de la decadencia de los poderes feudales y el surgimiento de la clase comerciante aupada por el capitalismo, veía con buenos ojos esa transición de la monarquía y la aristocracia a una plutocracia en la que manda el dinero. A Boswell le dijo que siempre debe haber cierto número de hombres de negocios en el Parlamento, que la influencia siempre debe guardar proporción con la propiedad, y está bien que así sea. Boswell intentó objetarle con la pregunta de si no hay razón para temer que el pueblo sea oprimido, a lo que Johnson contestó (me supongo que accionando con el puño cerrado con fuerza): no señor. Nuestro gran temor es que el gobierno carezca de poder. Tal tempestad de fuerza vulgar ha irrumpido.

Párrafo aparte merecen sus juicios sobre algunas personas. Sobre Burke dijo: jamás es lo que llamamos monótono, siempre está dispuesto a empezar a hablar y nunca tiene prisa por dejar de hacerlo; y, luego, suelta esta perla: no he oído a Burke hacer un buen chiste en toda mi vida. Sobre Swift: Swift es transparente pero poco profundo. Sobre el pintor Joshua Reynolds: es el hombre más invulnerable de cuantos conozco; el hombre a quien, si uno quiere disputar con él, más difícil resultaría denigrarlo.

Y no obstante su apego a la superioridad inglesa, no obstante su religiosidad innegociable, de repente Johnson suelta opiniones que hoy circularían por las redes más libertarias del feminismo: los hombres saben que las mujeres son siempre superiores a ellos, y por eso siempre eligen a las más débiles o ignorantes. Si no lo creyeran así, nunca temerían que las mujeres supieran tanto como ellos.

El sabio sabe todo.- En cierto momento, en pura cháchara, fantasean Johnson y Boswell sobre fundar una universidad con los miembros de The Club. Entre los habituales hay sabios en muchas cosas. Cuento esto para mostrar lo que más llegó a importarle al autor del primer diccionario de lengua inglesa, al compilador de Shakespeare: el doctor Samuel Johnson era tajante en reservar para sí la cátedra de teología. Y en algún momento le hace a Boswell la confidencia, confidencia con megáfono, de que los domingos no lee nada distinto a textos sagrados.

Pero sabía de todo. Por ejemplo, están en un fuerte y nuestro sabio diserta sobre las proporciones de carbón y salitre que se utilizan para fabricar pólvora, de cómo se granula y se le da lustre. Boswell, descrestado, comenta que se desenvolvió extraordinariamente bien el tema.

Más tarde, Boswell vuelve sobre lo mismo: me ha asombrado a menudo la exactitud y claridad con que el doctor Johnson es capaz de describir el proceso de cualquier arte. Esta mañana nos detalló a todos la operación de acuñar moneda y, por la noche, la de la elaboración de la cerveza con tal claridad que el señor MQueen dijo, al oír la primera explicación, que pensaba que se había criado en la Ceca y, al oír lo segundo, que había sido cervecero.

El oficio de escribir.- Cuando habla del oficio de escribir es notorio que no le pone demasiado misterio al asunto. Comienza por decir que un hombre puede escribir en cualquier ocasión, siempre y cuando se ponga obstinadamente a ello. Y tenía ideas muy particulares sobre lo fácil y lo difícil: Johnson dijo que para él era más fácil escribir poesía que componer su Diccionario. Su mente realizaba menos esfuerzos con lo primero que con lo segundo. Además [dijo], componer un diccionario exige libros y una mesa de trabajo: uno puede escribir un poema mientras camina por los prados o está acostado en la cama.

Sobre el tema, Boswell cuenta una conversación del doctor Johnson con el eminente historiador, profesor de la Universidad en Glasgow, el doctor Watson. Dice Johnson: aconsejaría a todo joven que empiece a redactar, que lo haga tan rápidamente como pueda, para que adquiera el hábito de que su mente comience prontamente: es mucho más difícil mejorar en velocidad que en precisión. Watson le contesta: reconozco que estoy muy a favor de prestar atención a la precisión al redactar para que no se adquiera el hábito de hacerlo de una manera desaliñada. Repone Johnson: Vaya, señor, confunde usted el hacerlo de modo impreciso con la necesidad de hacerlo con imprecisión. Un hombre sabe cuándo su redacción es imprecisa, y cuando le parezca oportuno la corregirá. Pero si alguien se acostumbra a redactar lentamente y con dificultad, en todas las ocasiones, se corre el peligro de que sea incapaz de redactar, pues no nos gusta aquello que no se hace fácilmente; y, en cualquier caso, se gasta más tiempo del que se debería en una minucia. Anota Watson: el doctor Hugh Blair ha tardado una semana en redactar un sermón. Sentencia Johnson: entonces, señor, eso es debido a la falta de hábito de redactar de prisa, que es algo que insisto en que uno no debe adquirir. La charla sigue; Johnson argumenta: yo he compuesto alrededor de cuarenta sermones. He comenzado un sermón después de comer y lo he enviado por correo esa misma noche.

Escritor, pero también moralista, le confiesa a Boswell: nadie pone en práctica absolutamente todo lo que escribe. Yo llevo toda mi vida durmiendo hasta mediodía y, sin embargo, digo a todos los jóvenes con sinceridad que quien no se levanta temprano jamás hace nada de provecho. Al respecto, le suelta a Boswell que llevo toda la vida intentando curar mi pereza y he sido incapaz de conseguirlo.

Y puede ser sentencioso:

-A veces me forjo la ilusión de que, con el tiempo, la humanidad lo escribirá todo de modo aforístico, excepto al narrar.

-La gratitud es un fruto que requiere gran cultivo: no se encuentra entre brutos.

-Saber distinguir un tambor de una trompeta y una gaita de una guitarra es prácticamente todo lo que abarcan mis conocimientos sobre música (&). Si hubiera aprendido música, había temido no haber querido nada más que tocar. Es un método de emplear la mente sin esfuerzo de tener que pensar en absoluto y recibiendo cierto aplauso egoísta.

 

Diccionadario

¿A dónde van las palabras que no se pueden hablar; dónde se guardan? Yolanda Reyes,.
Tomado de Diccionadario (Pre-Textos):
Fanmatas: espectros asesinos.
Veteurinaria: urología para animales.
Dietétrica: una dieta que te deja en los puros huesos.

Avisos y noticias

Fiesta del Libro de Medellín.- Los invitamos a los lanzamientos virtuales que tendremos en el marco de la Fiesta del Libro de Medellín:

Sobre la alegría de leer por Jorge Orlando Melo.
Presenta: Tatiana Duplat.
Viernes 1 de octubre. 5:00 p.m. Transmisión por nuestra cuenta de Facebook.

Egan Bernal y los hijos de la cordillera por Guy Roger.
Presenta: Diego Aristizábal.
Domingo 3 de octubre. 5:00 p.m. Transmisión por nuestra cuenta de Facebook y Youtube de Laguna Libros.

Números anteriores de Gozar Leyendo.- Consulte todas las entregas de Gozar Leyendo en www.lunalibros.com/blog/

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De nuestros lectores.-

Muchas gracias por el correo de hoy. Los disfruto y los leo. Saludos.
Luis Gallo.

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