Marzo-2022, primera quincena

Apuntes y subrayados, d.j.a.

A veces llegan cartas…

Un amigo que me pide anonimato, me escribió el siguiente correo: querido Darío: la última vez que nos vimos, ambos de paso en un aeropuerto, cuando le dije que tengo la impresión de que sus reseñas han cambiado, usted me sonrió con la mirada y me dijo: sí, quisiera que los libros se cuenten a sí mismos. Creo que lo va logrando, pero también creo que un tipo experto en títulos literales, un tipo que escribe unos poemas de amor y los titula Poemas de amor y después escribe una serie de cartas cruzadas y las titula Cartas cruzadas, un tipo así, no puede seguir llamando apuntes (que los son) a esas reseñas. Le sugiero que su parte de Gozar Leyendo se titule en adelante Apuntes y subrayados. Un abrazo.

José Zuleta Ortiz, Lo que no fue dicho (Seix Barral).-

José Zuleta Ortiz, caleño nacido en Bogotá (1960), borra con este libro los límites entre los géneros. El editor presenta esta historia como una novela y, enseguida, se desdice con tino: no es una novela de formación, pero lo es; no es una memoria, pero lo es; no es un poema, pero tiene mucho de poesía&, no es una trama unívoca, pero lleva de la mano al lector como las manos de un invidente imaginan un rostro al tocarlo. Un libro autobiográfico, sí, que comienza contando que su madre se fue de casa a los tres años, que su padre siempre se negó a hablar de ella y que volvió a verla casi un cuarto de siglo después. Lo que no fue dicho transcurre sin la madre hasta cuando faltan treinta páginas para el final. Ahí, el narrador tiene veintisiete años y ella está enferma, muy enferma y lo llama para que escriba su biografía. Graban varias cintas en las que ella cuenta su vida. En principio él no le tiene ninguna simpatía.

libro Luna

Oyendo las grabaciones comenta que el tono era de hipérbole si se trataba de los hechos, las fechas y los lugares, y entre despótico y ruin cuando se refería a las personas. De su madre, de su abuelo, de su padre, de los tíos y los primos, de todos tenía algo horrendo que contar. Y, dirigiéndose a ella, escribe: explicas y exiges que en la novela debe quedar claro que eras una niña de clase alta obligada a vivir toda clase de privaciones, de vejámenes, una niña que fue injustamente tratada, humillada por todos, de Dios para abajo, por todos los que se la tropezaron, pero ante todo quieres que quede claro que pudiste salir adelante sola. También dice que mientras escucho hago fuerza para que algún recuerdo te haga llorar de felicidad, de tristeza. Nada. Cuando te lo digo, replicas ofuscada: es que soy de acero, de acero inoxidable.

En cierto momento, el peor, su madre le dice: no te abandoné, te libré de mí; sentí náuseas, comenta él. Y el mejor momento con ella: al verte inerte y vencida me invade un amor nuevo por ti. Siento que la vida te ha tratado con una rudeza que te hizo ruda. Agradezco que pierdas por momentos el tesón de tu frialdad, que sea vencido tu acero; ahora eres humana, derrotada eres humana; derrotada, enferma y en silencio. Liberada de ti, de tu maledicencia, de tu protocolo, así eres la mejor mamá.

Vuelvo al principio del libro, cuando José, el narrador, y sus hermanos están viviendo en la casa de su abuela, en Medellín. Lo primero que cuenta de esa casa: recuerdo a cinco mujeres persiguiendo un canario que huyó en el instante del cambio de agua. Él no quería alejarse, ni dejarse coger; intentaron varios días hasta que las convenció de que lo dejaran vivir en la casa, libre. Su abuela Margarita era costurera de la gente rica, de la jái, y era especialista en trajes de novia. Allí, el narrador pasó años felices y oyó historias de sus antepasados, empezando por el abuelo, el esposo de Margarita, que murió en el mismo accidente que mató a Gardel, y de antepasados más remotos, como los Ferrer, que vivían en Quibdó. Por ese lado, José, nuestro autor, resulta emparentado con Jorge Isaacs, el mismo que escribió sobre esos tiempos de su familia en el Chocó: había tanto oro que ni la pereza ni el clima pudieron evitar que nos enriqueciéramos.

En cierto momento reaparece su padre con una esposa nueva y se lleva a José y sus hermanos (de paso, ese padre era experto en Thomas Mann) a vivir a Bogotá. Su casa la frecuentan tipos como un cura llamado Camilo Torres o un poeta llamado León de Greiff, que a veces iba con sus hijos Boris y Hjalmar. Una de aquellas tardes, ya chisposo por el aguardiente, León me dijo en un tono de relación: esto es entre tú y yo, no lo digas a nadie: en la vida vas a encontrar abismos y puentes, dificultades, desesperación, entonces escribe, las palabras son lo único que tendrás cuando ya no haya nada.

El séptimo trasteo en ocho años fue de Bogotá a Cali. Una universidad valluna había contratado a su padre, a esas alturas un muy prestigioso intelectual de izquierda que pensaba que la educación reproduce el sistema en que vivimos, nos educamos y educamos a nuestros hijos para perpetuarlo, es un sistema ruin, inhumano, los hijos nuestros no deberían ser parte del sistema. En consecuencia, después de terminar tercero de primaria, José dejó de asistir a un colegio formal por decisión de su padre. Igual, sus hermanos. Magdalena, la abuela, le gritaba a su hijo: usted, que tanto defiende los derechos, les está quitando a sus propios hijos el más sagrado de todos. Un primo le comenta a su hermano que ustedes nunca llegarán a ninguna parte. Y que no tendrán futuro. Que van a ser un desperdicio. Cuenta José que en casa, ni los cumpleaños, ni el día del padre, y mucho menos el de la madre, eran motivo de celebración. Son mecanismos que crea la sociedad de consumo para que consumamos, decía papá (&). Tampoco teníamos televisor, pues era un instrumento de dominación capitalista. Una pasión que José adquiere en su preadolescencia es el ajedrez, pasión que crecerá con el tiempo. Pero las relaciones con su padre son cada vez peores. Un día le espeta: en este juego de ensayo y error con nuestra vida, usted es el que ensaya y nosotros, sus hijos, somos el error. Rompen. A los quince años, José se va de su casa.

Su primer trabajo fue en un criadero de conejos. Un día Jorge, el dueño, me comunicó que había que matar diecisiete conejos para atender un pedido de Coomil. Explicó cómo hacerlo. Fue el peor día de mi vida. Había que matar de un garrotazo en la cabeza a los conejos que yo había cuidado y querido. A algunos les puse nombres. Después trabajará en una imprenta, dormirá en una pensión, luego en una camilla dentro de una farmacia. Llegará la iniciación sexual, con una chica llamada Laila, que le dice: también es mi primera vez: la primera que estoy con alguien que lo hace por primera vez.

En ese entonces, José lleva un diario donde se cuenta cosas, apunta reflexiones y hace listas de palabras con éstas: palabras que son música y movimiento: ulular, zigzagueante, tejemaneje, parsimonia, zozobra, tremolar, vaivén, trastabillar. Palabras que contienen color, olor y sabor: tamarindo, zapote, también mortecina, cal, azufre. Palabras que son su propio sonido: cucú, tacones, tamborilear, tableteo, algarabía, traste, tictac, tictac.

Es la época de la libertad absoluta. Hace cuentas: tiene quince años y ha vivido en catorce casas. Trabaja acompañando un circo, participa en torneos de ajedrez, se va a vivir a la isla de Gorgona y se instala allí a leer: Dostoievski, Kafka, Capote, McCullers. Más tarde encontrará un oficio, la publicidad, y viajará por el mundo.

Mientras tanto, ¿qué ha sido de su hermano? Le dedica un párrafo impresionante: cuando llegué a Bogotá me enteré de que a mi hermano lo habían retenido en Bogotá en una redada contra remisos del ejército y se lo llevaron a prestar el servicio militar obligatorio. El que devolvieron fue otro distinto del que reclutaron. Nunca dijo qué le pasó o qué le tocó hacer o ver. Su silencio y su desamparo tenían un carácter definitivo. El silencio, que era su refugio, se volvió su morada. Su mayor posesión. Se quiso apartar del mundo y buscó vivir en las montañas. Se fue a los Farallones, lejos de todo y de todos. La voz del niño, ahora hombre con libreta de primera, habla sólo de pájaros, de hojas y de lluvias, quizá a ellas contará sus más duros secretos, secretos como joyas ocultas en el armario de su hermetismo (&). Quisiera que me contara, que revelara su verdad, como revela el relámpago al compañero extraviado en la noche. Quisiera que me dijera. Que volviera la amistad que tuvimos siendo niños, que regresara aquella hermandad de la confianza infinita. Quisiera que mi hermano no sea como los amores que sólo fueron silencio. Que aquello tan íntimo que no puede decir sea dicho. Que lo que me diga me permita comprender que su vida es una manera de nada decir, y que sea suficiente. Saber lo que vieron sus ojos, contar lo que vieron los míos, recordar la vida cuando no había caminos y nos tomábamos de la mano para darnos valor. Para no estar tan solos.

Cuando conoció a la mamá, José escribió: la vida te da sorpresas: tengo una madre que parece una madrastra y una madrastra que parece una madre. También escribió: hoy conocí a mi mamá, quedamos mutuamente decepcionados. También hay un momento de encuentro y despedida con el padre. Fue en un momento de dura represión a la izquierda: los asesinatos se volvieron rutina y cultura, le dice. Tiene que refugiarse fuera del país. Luego, al regresar, a los cincuenta y cinco, muere de un infarto. Le escribe: padre nuestro que estás en los versos. Eres el fugitivo victorioso; evitando el éxito ganabas, tu estrategia no era el ataque, tampoco la defensa, leer para conversar, esa era tu cuestión. Huyendo del poder fuiste poderoso. Pocos meses después de la muerte del padre (nunca José cuenta su nombre en esta narración), muere la abuela Margarita, la misma que alguna vez le dijo: la vida es el único lugar, la única riqueza. Goza, y ten el valor de no ser trascendental.

La prosa de Zuleta se desliza fluida, sin exhibicionismo, con eficacia narrativa, con un ritmo que es el del cuento, con clara conciencia de cada palabra. Excelente libro.

Andrés Salamanca, Un reflejo de Swann (Garcín Ediciones).-

Un juguete literario. Un juguete perfecto que en sí mismo es un juego antes de convertirse en un instrumento para jugar. Y no hay cartas ocultas, todo está a la vista ¡y al oído, principalmente al oído! del lector que sigue el juego y juega él mismo por el solo hecho de seguir la lectura, la lectura que es el juego y es el juguete.

libro Luna

Andrés Salamanca es explícito en todos los aspectos de su juego: describe con detalles lo que va a hacer y los efectos que busca y luego lo ejecuta y, lo mejor, consigue los resultados que se propone: Darío, uno de los personajes de Un reflejo de Swann, lee en una dicción perfecta unos pasajes de Un amor de Swann, de Proust, midiendo la respiración para sortear el largo párrafo proustiano, entre incisos y subordinadas que, al aclarar una idea, traen otra imagen y ratifican el destello de la belleza que nos quiere ofrecer Proust página tras página como si su novela fuese un paseo por una larga galería donde sólo aparecen brillos y luces y destellos, pues el ritmo de la frase de Proust, cuyos trucos buscaba imitar, menos que en su longitud, se soportan en la concisión de las subordinadas que, al atrapar sentidos de lo más huidizos, ensambladas entre sí, generan el maravilloso efecto de un calidoscopio que se multiplica incesante.

Como lo indica el título, estamos ante un texto en que el narrador cuenta sus amores y sus enamoramientos en esa especie de monólogo proustiano en la que discute consigo mismo, razona en ramificaciones que salen de algún hecho y construye un pastiche delicioso. No se crea que ese ejercicio de utilizar el esquema lógico de algún autor es una labor mecánica. La gracia de Salamanca consiste en lograr un texto estupendo, más allá de la pura fórmula, con un sentido muy refinado del humor y, también, medido en la extensión de la que nunca se puede abusar en estos casos.

Horacio Benavides, Por sombra la luz (Seix Barral).-

Horacio Benavides (Bolívar, Cauca, Colombia, 1949) ha publicado varios libros de poesía, uno de ellos ganador del premio nacional del Ministerio de Cultura, y sobre ellos Andrea Mejía hizo una antología y su prólogo que Seix Barral acaba de editar.

Las palabras de Benavides guardan una relación con las cosas que nombran. Esa simbiosis es entrañable, da lugar a unas imágenes que se incorporan al instante a la sensibilidad del lector. No hay artificios en su universo metafórico. Y sus imágenes no son producto del ingenio sino que brotan de las cosas mismas en virtud de una trasparencia que el poeta ha hallado. Hermosa poesía.

libro Luna

PREGUNTA POR EL ALMA
Busco en tu cuerpo el alma
mas tu cuerpo
dormido y despierto
está desierto
Será me digo
que no existe el alma
o que el alma es el cuerpo
y ciego no lo advierto
Beso tu cuerpo
y la luz que enciendo
ser lo que se dice alma
                       Horacio Benavides
EL PASO DE DIOS
Todos bailamos
incluso el que no baila
El Bailarín Supremo
danza en un hilo
entre perfección y torpeza
Inclinémonos ante el cojo
sigue de cerca el paso de Dios
                         Horacio Benavides
NOSOTROS tuvimos suerte
solo nos mataron
y podemos ir sobre el río
en el balanceo de los camarotes
charlando
Usted que tiene los ojos buenos, compadre,
dígame, ¿qué ve en la orilla?
La tierra que fue nuestra
¿Y qué más ve?
El humo de las bestias
consumiéndose en los patios
y el humo de las casas
solo el humo
                      Horacio Benavides
DICES LO QUE NO DICES
Déjame oírte
cuando no me dices nada
Tu boca canta
lo que calla
Tu cuerpo desnudo
narra lo invisible
Déjame tocarte sin tocarte.
                      Horacio Benavides
Ah si el alma
Si le dejara dormido
y saliera de puntillas
como una madre que se aleja
Ah si el alma olvidara
mutuas ofensas
viejos rencores&
                        Horacio Benavides
SUEÑO
Ser una fea oruga
cerrar los ojos
dormirse en el capullo
Despertarse
mariposa
                    Horacio Benavides
ARAÑA
El habitante y la casa eres
el centro de la circunferencia
la intersección de los caminos del aire
                      Horacio Benavides
ERAS EL MUNDO
Estabas frente a mí
y sin darme cuenta
la calle desapareció
la música
la gente
Solo tu voz
solo tus ojos
Eras el mundo
                 Horacio Benavides
DESEO
Desea devorarla
toda
ser ella y él por deglución
y quedar cumplido para siempre
Pero solo logra apropiarse
de una mínima parte
de una brizna
que se deshace en su boca.
                    Horacio Benavides
LA ROSA
A la orilla de la rosa
está la rosa
La una se deshoja
y pasa
A la otra
el tiempo no la toca
La primera es la segunda
La tercera
la que el agua nombra
                     Horacio Benavides
EL RELOJ
El reloj
es un pájaro
disecado vivo
Un pájaro
que picotea
y picotea
el tiempo
sin romperlo
El reloj
es un dios caído
y torturado
                      Horacio Benavides
EL ARROZ
Es como el bajo
a la melodía
hermosura blanca
El arroz anda
con pies de paloma
                       Horacio Benavides

Diccionadario

Si hay alguien que está siempre atormentado por la maldita ambición de meter un libro en una página, una página en una frase y esta frase en una palabra, ese soy yo. Joubert.

Tomado de Diccionadario (Pre-Textos):
Versomilitud: plagio.
Pollino: asno que parece un pollo.
Topservador: el que mira desde más alto.

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Luis Álvaro Gallo.

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